¿Ha sufrido algún asalto y decidió no ir a denunciarlo por ser una pérdida de tiempo? ¿Ha ido a alguna citación en el Poder Judicial por las puras? ¿Le han cancelado citas en Essalud o algún hospital? ¿Le han dado cita médica para algo urgente para dentro de 9 meses? ¿Ha ido a algún hospital y le han dicho que su prueba se tiene que postergar porque la máquina no funciona? ¿O que sus resultados se han perdido y no están en su historia? ¿Le han cancelado una operación a último minuto sin reprogramarla? ¿Ha sacado algún permiso en alguna Municipalidad y le han pedido coima? ¿Ha tenido que hacer trámites en la SUNAT para que le devuelvan algún dinero? ¿Se ha quedado sin cita para obtener su pasaporte? ¿Ha tenido que hacer colas desde la madrugada para lograr realizar algún trámite?
Sin exagerar, un peruano común debe de haber respondido positivamente por lo menos al 50 % de las preguntas que hemos formulado. ¿Por qué? Porque el Estado no nos trata como ciudadanos, sino como súbditos a los que les hace el favor de atenderlos.
Por eso existe un sector que evita a toda costa acercarse al Estado ya que éste le resulta un estorbo. Otros acuden a sus servicios resignados e intentan sobrevivir adaptándose a la situación caótica y recurriendo a contactos o a la microcorrupción para salir del apuro. Hemos aprendido a convivir con un aparato estatal del que no esperamos nada más que problemas.
¿No hay seguridad? Cercos, guachimanes, perros, bat de béisbol, tranqueras. ¿No hay medicina? Automedicación, seguro privado, chamán. ¿No hay buena educación? Escuela privada o deserción. ¿No hay transporte? Colectivo ilegal. ¿Trámites lentos? Coima. Y así.
De esta manera, en vez de buscar erradicar el problema principal, hemos creado un mundo paralelo y a veces un sistema con incentivos perversos que promueven la corrupción dentro del Estado. Así, hemos dejado de ser ciudadanos para convertirnos en esclavos de la ineficiencia de un aparato estatal que desprecia y se burla de nuestras necesidades.
Esto nos afecta a todos y no es un tema de gobiernos de derecha o de izquierda. Todos lo vivimos y seguimos – como sociedad – siendo indiferentes y hasta cómplices. Exijamos, de una vez, el trato que merecemos.
Se empieza por pequeñas cosas. El viernes les comentamos – a raíz del feriado improvisado decretado – cómo el Gobierno despreció a aquellos que necesitaban algún tipo de atención (ver post aquí ). Esa gente existe e importa.
Bueno pues, empecemos por protestar cuando el Gobierno nos trate con desprecio. Y seamos empáticos con los perjudicados. Quizás hoy no te afecte directamente a ti, pero no esperes a que la desesperación toque tu puerta para reaccionar.
Planificación, eficiencia, trato humano. Es lo mínimo. Claro, eso es difícil de lograr. Es más fácil ponerse un sombrero y regalar feriados.
Foto: RPP | Fotógrafo: Oscar Sánchez