Por Ricardo Gálvez del Bosque
Ayer mencionamos los viajes todo pagado que nuestros congresistas han aceptado sin ningún reparo. Sin embargo, si de viajes se trata, el Ejecutivo no se queda atrás en esta competencia de hacer el ridículo en el exterior.
Esta semana, la Presidente Dina Boluarte emprendió una – ¿importantísima? – gira al exterior por Italia y Alemania. Uno se imagina que, siendo Presidente de un país, sería recibida por las más altas autoridades o sus homólogos. Pero no, eso no estará en la agenda en ninguno de los dos países.
¿Con quiénes sí se reunió este jueves? Con el alcalde de Stuttgart, la ciudad que es capital del estado de Baden-Wurtemberg en Alemania. Suponemos que debe haber sido gratificante para la señora ser recibida por un alcalde, siquiera en el extranjero. Porque, vamos, dudamos que en el Perú algún alcalde – siquiera distrital – quiera hacer una sesión de fotos con ella.
Luego de la reunión con el alcalde de dicha ciudad, tuvo un encuentro con empresarios y un evento organizado por la Asociación Empresarial para América Latina. Desde el Perú, la ciudadanía se preocupó por la salud de la señora ante tan fatigante agenda, ¡no vaya a ser que le dé surmenage! ¡Quién nos gobernaría por zoom si pasara eso!
Dejando de lado – momentáneamente – el sarcasmo, lo más notable del viaje fue que, tras airados reclamos públicos, Boluarte decidiera que se use el avión presidencial para rescatar a los turistas peruanos que se encontraban en peligro ante la guerra que los sorprendió estando en Israel. Extrañamente, dicha decisión no se tomó con la rapidez deseada, dejando la sospecha de que el avión presidencial no tendría conexión de internet y no le permitiría gobernar por remoto mientras viaja.
Al momento en que se redactó esta columna, el plato fuerte del viaje aún no se había concretado. Éste sería el tan ansiado selfie con el Papa Francisco. En el precario entorno presidencial, dicho evento levantaría la legitimidad de la señora y su Gobierno. Y es que, quienes llamaron “reunión bilateral” a la foto que se tomó con Biden y su esposa en un cocktail, creen que una reunión con Bergoglio les puede hacer un milagro en octubre.
Ojalá las ciudades que visite Boluarte no tengan un museo de cera. No vaya a ser que publiquen fotos de nuestra mandataria conversando con Mandela para ver qué productos podemos exportar a Sudáfrica, o saludando a Isabel II e invitándola a que visite el Perú.
Lo cierto es que estos viajes son un ensayo. Las bancadas que la sostienen pronto tendrán que despercudirse de ella ya que no les será conveniente seguir asociados cuando las elecciones generales estén a la vuelta de la esquina. Cuando llegue ese momento, sabiéndose indisolubles, estarán dispuestos y motivados para darle la espalda y así ganar algo de popularidad.
Un viajecito presidencial irrelevante, con pasaje de ida sin retorno, allá por el 2025, quizás sea una salida que le evite pisar la cárcel apenas deje el poder. Iluso aquel que no crea que lo ha evaluado.
Imagen: Presidencia