Por Ricardo Gálvez del Bosque
Tras el rosario de denuncias que tiene en su haber el flamante Presidente del Congreso, Alejandro Soto, es lógico solicitar su salida de la Mesa Directiva por un tema de principios. Sin embargo, uno no puede dejar de sentir que el señor es – efectivamente – un digno representante de nuestros actuales congresistas.
Hay casos con pruebas contundentes, por más de que congresistas como Guerra García pretendan tapar el sol con un dedo. ¿O qué? ¿Nos hacemos a los del calzón con bobos con la ley que lo benefició y que él suscribió para que sus delitos prescriban? Porque, ¡vamos! ¡Son hechos constatables! O, en el otro caso, ¿podemos ser tan descarados como para afirmar que su casa construida sin licencia es invisible para el ojo humano?
Sin embargo, nuestros legisladores parecieran estar frente a un fuerte dilema. ¿Cómo censurar a alguien por actos que ellos mismos cometen? ¿Dónde quedaría el “hoy por ti, mañana por mí” y el espíritu de cuerpo?
Por otro lado, destacamos tres motivos para no censurarlo:
- El mal se ha banalizado y todos son iguales. Por tanto, si el escándalo de los mocha-sueldo se ha disipado, el adelanto electoral se ha olvidado, ¿por qué no podrían dejar pasar estos “pecaditos”?
- La mayoría parlamentaria no quiere enfrentarse a un Acuña que se les puede voltear en señal de venganza por la censura de su correligionario.
- Algunos temen que, al censurarlo, no logren capturar la Presidencia con un reemplazo del bloque aliado porque las cartas se vuelven a barajar. Complementado con el segundo motivo (la sangre en el ojo de Acuña), la cosa se les podría poner color hormiga.
Mientras tanto, en el colmo de la desfachatez, Soto ha anunciado que iniciará una investigación al interior de su despacho para esclarecer la situación que lo involucra en los ataques a legisladores de su región a través de las redes sociales, con troles de su despacho.
¿Este señor qué cree? ¿Que puede entrevistarse a sí mismo y pasar piola? Ah, verdad…
Imagen: Congreso