Por Gabriel Moreno Alcántara
Siempre ha sido un tema sensible y complejo de abordar, sobre todo en sociedades en las que aún sigue siendo un tema tabú o que choca con lineamientos morales o incluso religiosos. Sin embargo, estando ya en la tercera década del s. XXI, no puede quedar aún sin debatir y eventualmente legislar. Una violación sexual por donde se le mire siempre será una desgracia social que pudo ser evitada. Y pudo ser evitada con mejor educación sexual integral a nivel país, con una más sólida moral ciudadana y mayor calidad de valores familiares e incluso con campañas más potentes de denuncias a nivel policial y ministerial, lo que conlleva a capacitaciones del personal policial y fiscal.
Ahora bien, cuando la aberrante violación sucede con un(a) menor de edad, la situación y perspectiva se agrava tremendamente. El aborto terapéutico no está penalizado cuando el caso pone en riesgo la vida de la gestante o serviría para evitar el agravamiento de la salud de la niña. El código penal en su artículo 119º es sumamente claro en este hecho. ¿Cabe algún debate con que el cuerpo de una niña de 11 años corre el riesgo de no poder soportar los procesos muchas veces traumáticos y de puesta al extremo de la fisionomía femenina? Quisiera creer así, pero durante estos días se han leído y oído posiciones muy diversas.
Una niña que sufrió ultrajes desde los 7 años por su padrastro y que a los 11 años quedó embarazada a causa de la degeneración de este sujeto merecía desde un inicio el máximo apoyo del estado peruano. Pese a la denuncia policial y los relatos de la propia víctima, un comité del Hospital Regional de Loreto negó el aborto, pero el Instituto Nacional Materno Perinatal, en última instancia, revirtió la decisión y autorizó proceder con el aborto terapéutico a la menor codificada como “Mila”.
Este caso generó un tremendo debate en medios comunicativos y redes sociales. Y aun cuando miles de personas apoyaban la decisión de acabar de una buena vez con el trauma y sufrimiento de la menor. En contraparte, otras muchas personas apelando a razones y criterios variopintos llevaron a cuestionarse: ¿cuándo seremos una sociedad más empática? Los casos más duros vinieron de autoridades actuales pertenecientes al partido Renovación Popular, de extrema derecha, quienes lamentaban la decisión. La congresista Milagros Jáuregui dijo por Twitter: “lamentablemente el sacrificio del hijo de Mila vivirá con ella y con todos aquellos que tomaron la decisión de este procedimiento”. Francamente, una pena la poca empatía viniendo primeramente de una mujer y en segunda instancia, de una congresista de la república. En paralelo, su compañero de bancada, el alm. Jorge Montoya, solicitó información con carácter urgencia al ministro de salud sobre los sustentos que llevaron a tomar la presente decisión. Sin duda alguna, pura mezquindad, egoísmo ideológico y apatía ante una desgracia que la sociedad debe seguir soportando.
Que no sorprenda que este caso pueda generar deseos de recrudecer la legislación peruana en aras de privar de las pocas herramientas que tienen mujeres o incluso niñas ante casos como estos. Aquí aún siquiera se ha llegado al debate del aborto libre bajo muchas más índoles…para ese tema sí que estamos en pañales al momento. A estar atentxs todxs.
Imagen tomada de https://caretas.pe/nacional/unicef-pide-que-las-autoridades-permitan-el-aborto-terapeutico-de-mila/