Por Martín Hernández Berrocal
La noticia que causó revuelo este fin de semana fue la detención del experiodista (sí, a mi parecer ya oficialmente dejó la labor) Mauricio Fernandini, debido a que estaría metido en un probable delito de colusión, por supuestamente haber sido el nexo entre el exministro de Vivienda Geiner Alvarado (por medio de Salatiel Marrufo) y Sada Goray, empresaria que habría realizado pagos indebidos para verse favorecida en el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento.
Lo que llama la atención aquí no es solamente qué ha hecho con ese dinero. Según un informe de Perú.21 (ver nota aquí) Fernandini habría comprado inmuebles y pagado deudas, lo que constituye un posible delito adicional por lavado de activos. Sin embargo, lo que causa más estupefacción es cómo una personalidad reconocida en el mundo televisivo, con amplia experiencia en medios, que a simple vista era un buen ejemplo para la sociedad, haya sucumbido ante el tentador poder de unos milloncitos más en su bolsillo.
La respuesta es simple: Falta de valores para conducirse en sociedad.
Una persona que sabe distinguir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo perjudicial, es alguien que definitivamente puede aportar al crecimiento de la sociedad.
En estos momentos, cuando vivimos una profunda crisis en valores, cuando nuestros representantes de la patria utilizan a los ciudadanos para beneficiarse a ellos mismos, lo que más necesitamos son personas que cuenten con una idoneidad moral y valores bien sólidos para poder desarrollarse en sociedad. No importa si se labora en el sector público o privado, si eres un personaje con cierta influencia en medios o un completo desconocido, cada acción que uno realice tiene una consecuencia, sea positiva o negativa.
Y justamente, dejarse enamorar por un ingreso “fácil” de dinero, aun cuando la acción pintaba de inofensiva, no hace más que demostrar que hay algunos que, lamentablemente, tienen un precio. Y en este caso, por el simple hecho de haber sido el mediador entre unas partes cuestionadas, el señor Fernandini, quien era considerado un buen periodista, terminó por sepultar su carrera, por manchar su honra y por demostrar que la sociedad sigue careciendo de personajes con valores.
No me sorprende, la verdad, que Mauricio Fernandini haya sucumbido ante el poder de turno. Es algo casi intrínseco en cada gobierno el poder ejercer poder sobre personalidades, con tal de ganarse algunos aliados. Estamos acostumbrados a ello, pero las cosas deben cambiar.
Es momento de reformar la carrera política. Es momento de educar a los ciudadanos para que estas prácticas no vuelvan a repetirse. Es momento de demostrar que sí es posible hacer una política diferente. El tiempo apremia. Nos quedan 3 años para decidir bien a nuestros futuros líderes.
Espero que ahora, sepamos votar por los que realmente se lo merecen.
Imagen: Twitter @exitosape