Por Ricardo Gálvez del Bosque
Hace un par de semanas, el Congreso finalmente decidió permitir que el Ministerio Público pueda continuar con las investigaciones en contra de la ex congresista Luciana León. La ex parlamentaria aprista es acusada de ser parte de la banda “Los intocables ediles”, traficando influencias desde su posición de congresista.
Hace tres años, salieron a luz unos chats que demostraban su nivel de involucramiento en los delitos por los que la Fiscalía la investiga. Sin embargo, gracias a este Congreso especialista en blindaje a corruptos, su caso se quedó estacionado permitiéndole vivir tranquila con absoluta impunidad. Los parlamentarios se comportaron como si fueran José Feliciano siendo saludado desde lejos. Con ellos no era. ¿Por qué?
Una respuesta evidente podría ser que muchas de las prácticas delictivas de la ex congresista la estarían cometiendo nuestros actuales parlamentarios. La laxitud del Congreso no necesariamente sería consecuencia de un sentimiento de simpatía hacia la propia León, sino un simple tema de supervivencia. ¿Cómo entregarla a la justicia por algo que hacen ellos mismos? El problema de la aprista ha sido que el caso era bastante escandaloso y ya no había mucho qué hacer para blindarla.
Sin embargo, la ex congresista no desperdició la oportunidad para lanzar un manotazo de ahogado en el Pleno del Congreso que votaría por entregar su caso a la Fiscalía. Fresca como una lechuga y con el desparpajo que solo te puede entregar el ejercicio parlamentario en el Perú, León hizo pedidos públicos de auxilio para que sus sucesores le den una manito. No era suficiente, para ella, que la hayan exonerado – en marzo- del delito de pertenecer a una organización criminal.
Apelando al “todos estamos en el mismo barco, amigos”, pretendió hacer creer que la acusación en su contra era una venganza por haber denunciado a Martín Vizcarra y Zoraida Ávalos, conocidos enemigos de la mayoría parlamentaria actual. Luego, indicó que los chats que se le encontraron fueron “vergonzosos” más no delitos. Vergonzoso fue escucharla, más bien. Luego, usó la estrategia de “todos somos iguales”.
“Supuestamente hay tráfico de influencias pero en realidad, ustedes saben congresistas, es la tarea de representación. (…) No permitamos, congresistas de la República. El día de hoy soy yo, el día de mañana puede ser cualquiera de ustedes que también les van a poner un título, también les van a poner supuestamente un colaborador, un nombre, un etiquetazo y lo van a estigmatizar y con eso van a diluir y dilapidar toda su honra, como en mi caso.”
No dudamos que nuestros congresistas hayan sentido temor al votar a favor de las acusaciones que le correspondían a León, ya que muchos de ellos tienen en una mochila de denuncias similares. Sin embargo, como se perdona el pecado y no el escándalo, los chats en los que se lee a Luciana León gestionar los depósitos en dólares fruto de sus influencias complicaron el blindaje que seguramente le hubiera llegado de no haber sido publicados.
Tras este hecho, esperamos que la fiscalía actúe con la celeridad correspondiente. Han pasado semanas y no hay novedades sobre el caso, y sería una vergüenza indignante que éste termine prescribiendo o pasando al olvido por negligencias “oportunas” del Ministerio Público.
Imagen: Composición PUNTO MEDIO. León: Víctor Vásquez/Congreso. Lechugas tomada de https://www.karabeleko.org/es/la-lechuga-larga-historia-y-muchas-propiedades