Por Ricardo Gálvez del Bosque
Este domingo, un reportaje del dominical Punto Final confirmó lo que todos sospechábamos: existen muchos más congresistas que mochan el sueldo de los trabajadores del Congreso con absoluto descaro. La situación es tan desvergonzada que, prácticamente, se ha normalizado. Pareciera ser una práctica regular.
El último denunciado de realizar esta práctica delictiva (hasta el momento en que se escribió esta columna) sería, nada más y nada menos, que el congresista del Bloque Magisterial (sí, ¡dice ser profesor!), Edgar Tello. Este parlamentario ha sido merecedor de esta denuncia e investigación gracias a la valentía de una empleada, quien al estar embarazada no pudo ser despedida por el legislador cuando ella se negó aceptar dichos chantajes.
Según su relato, el congresista llegó a exigirle la compra (con entrega de proforma y todo) de un aparato audiovisual. Al resistirse, el legislador le habría dicho que no tenía excusas para hacerlo dado que ya había cobrado su bono respectivo, parte de sus beneficios como empleada del Congreso. Finalmente, como no la pudo despedir habría logrado que la cambien de puesto, le rebajen el sueldo y la hostilicen en el trabajo. ¡Una joyita, el profesor!
Jalando el hilo de la madeja, se habría logrado descubrir que el congresista Edgar Tello les habría exigido a los empleados que le reportan que compren y paguen los regalos que el parlamentario daba de manera proselitista a distintas organizaciones.
En el colmo de la desfachatez, se descubrió que el congresista mandó una carta a la Oficina Económica y Cultural de Taipéi en el Perú solicitando 8 mil dólares para “ayuda humanitaria”. Es decir, pidió una donación, por escrito, con su firma, desconociendo que está prohibido de hacer dichas gestiones según el Reglamento de Ética Parlamentaria.
En dicho reportaje se ve como un periodista lo agarra desprevenido, preguntándole sobre el tema. Primero dice que no ha pedido dinero a Taipéi, luego se desdice e indica que pidió ayuda humanitaria para obras sociales. Cuando se le dice que está prohibido de hacer dicha gestión, se excusa diciendo que la carta no fue solicitando dinero sino agradeciendo una ayuda. Finalmente, cuando se le muestra – ante cámaras – el documento firmado por él, niega la realidad e intenta huir de la entrevista.
“Hay instituciones que nos facilitan (recursos), embajadas. (…) Son gestiones en beneficio de la población. Si viene a favorecer las ollas comunes, bienvenido sea.”
¡Qué se investigue, pues! Ese parece ser el lema de los parlamentarios atrapados con las manos en la masa. Y es que saben que, cuando surja un nuevo escándalo político, el suyo pasará al olvido con absoluta impunidad. Saben que en el Congreso jamás serán sancionados. ¿Por qué? Porque la mayoría de sus pares hacen lo mismo.
No sorprende lo que hacen. Es un asco, pero es una realidad que se nos enrostra de manera continua. Lo que indigna, además del hecho, es que a pesar de que se les agarra cometiendo delitos in fraganti, no les pasa nada. Ahí están pasando piola las congresistas María Cordero, Magaly Ruiz, Rosío Torres, Heidy Juárez, y el resto de legisladores acusados de realizar dicha práctica delictiva. Votando como si nada, legislando a favor de sus propios intereses, cobrando sueldos, ostentando un poder que ya no deberían tener.
Nos preguntamos, ¿qué será peor? ¿Tener a alguien como Tello en el Congreso o impartiendo educación a niños en las aulas escolares? Este Congreso huele a podrido, pero muchos parlamentarios están comodísimos con el olor. Como moscas.
Imagen: Composición Punto Medio. Edgar Tello tomada de https://limagris.com/congresista-edgar-tello-confiesa-que-proveedores-del-estado-son-sus-choferes-video/ . Fragmento de carta: Pantallazo de reportaje de Punto Final – Latina.