Por Ricardo Gálvez del Bosque
Hace algunos días se empezó a difundir por redes una campaña promocionada por la congresista Milagros Jáuregui de Renovación Popular. En ella, diferentes personalidades (entre las que se encuentran Gisela Valcárcel, Philip Butters y una que otra influencer retrógrada) indican que “el Perú es Pro-vida”.
La idea de la parlamentaria es la de hacerle publicidad a los proyectos que buscan evitar que las mujeres tomen decisiones sobre sus propios cuerpos, y que el Estado siga imponiéndoles la forma de pensar de ciertos grupos conservadores.
Bajo el lema que publicitan, estas personas se apropian de una etiqueta que usan para desacreditar a quienes piensan diferente a ellos. Y es que, si alguien dice que su postura es estar “a favor de la vida”, bajo esa lógica, ¿quien se oponga estaría del lado de “la muerte”?
Con ese discurso dicotómico, algunas personas pretenden reducir un debate que es mucho más complejo que los hashtags que promocionan con sonrisas fingidas. La intención es la de menospreciar la dura batalla que emprenden quienes abogan por que las mujeres puedan interrumpir un embarazo no deseado, una situación penosa y dura por la que atraviesan muchas personas en su fuero íntimo.
Esta campaña, que pretende colocarse desde una superioridad moral hipócrita e inventada, busca que el Estado decida por las mujeres, sin importar las condiciones en la que éstas hayan quedado embarazadas.
¿Ese Estado apoyará a la madre gestante que labora desde la informalidad y vive el día a día? ¿Le dará el cuidado neonatal al bebé si es que éste termina con alguna complicación médica? ¿Ayudará cuidando al niño, en ambientes seguros, mientras la madre soltera trabaja? ¿Será eficiente protegiéndolo a él y a su madre de un entorno abusivo? ¿Le brindará una educación de calidad o un sistema de salud digno?
Las wiflas, ahí se borra el Estado, ¿no? ¡Ese es roche de la mujer, su problema! ¡Ah! Pero para obligar a las mujeres a seguir con una gestación no deseada, ahí sí están bien presentes para levantar el dedo acusador. Ironías de la vida, muchas de las caras visibles de esa campaña se oponen ferozmente a la educación con enfoque de género que busca frenar al machismo patriarcal que las somete. La hipocresía en su máxima expresión, sin duda.
¡Qué fácil es para estas personas que promueven este tipo de campañas cuando les toca opinar sobre lo que les pasa a “otros”! ¿no? Y, ¡qué sencillo es cuando ese “otro” es una mujer sin privilegios!
¡Qué distinto sería ver una campaña que busque convencer y ayudar efectivamente a las mujeres que tienen embarazos no deseados a que pretender obligarlas – desde una superioridad moral falsa – a que hagan con su cuerpo y su vida algo que no desean o no pueden!
Imagen: Composición Punto Medio. Video Twitter: Milagros Jáuregui.