Por Ricardo Gálvez del Bosque
Tras el escandaloso destape sobre las billeteras de cuero (valorizadas en no menos de 240 soles cada una) que el Congreso ha regalado a las parlamentarias mamás por el Día de la Madre, hemos podido constatar el talante autoritario de muchos congresistas en sus reacciones virulentas y desubicadas. Aparentemente, no se dan cuenta que están para servir y no servirse, y que el despilfarro cae mal a quienes los financian y ven cero resultados de su trabajo.
No leen la coyuntura y no entienden que son despreciados por la ciudadanía por estos hechos. Creen que pueden justificar sus actos con un “siempre se ha hecho”, “otros tienen más presupuesto”. Es decir, están en las nubes, no aterrizan y pisan tierra, creen que están por encima del bien y del mal. Para colmo, legislan para ellos, a favor de ellos y sus intereses, y sienten que pueden salirse con la suya impunemente.
Creen que cuando salen a la luz estos hechos, los del problema son los “majaderos resentidos con agenda política” que buscan desprestigiarlos. No frenan su retórica entendiendo correctamente qué sucede y por qué. No les interesa preguntarse por qué estos hechos generan descontento, prefieren concentrarse en hacer leña al mensajero.
Con esa lógica, pretenden legislar para aumentar las penas de difamación, creyendo que así podrán alzar sus armas contra quienes osen cuestionarlos. Creen que la mejor respuesta ante estos destapes no es el reconocer su falta de decoro, sino ejecutar sus vendettas y amenazar a quién los investigue.
Como muchos nunca han tenido un puesto de tanto poder en su vida, como la mayoría jamás ha sido designada por meritocracia para liderar un equipo de profesionales, como nadie ha creído en el mundo civil y privado que son merecedores de esos sueldos mensuales que hoy ganan, se sienten tocados por el cielo. Seres divinos y especiales.
Usualmente se rodean de un séquito de adulones que dependen de la confianza que les dan. Acompañados todo el tiempo por personas que besan el suelo que pisan, se creen sus propios argumentos y justificaciones. Viven en tal ignorancia, que son capaces de leer la Constitución de Colombia y alucinar que están leyendo la peruana. Si no, fijémonos en lo que declaró el congresista Montoya quien, aparentemente, ni siquiera ha leído la Constitución peruana que dice defender.
Se sienten víctimas de los malos que los critican, incomprendidos por la prensa que los usa de piñata. Para ellos todo es una exageración de los medios que los usan para vender titulares.
Se justifican usando la excusa de la colectividad que caracteriza al Congreso. “Hay escándalos, hay malos parlamentarios, pero solo son algunos. Y esto nos chorrea injustamente a todos.” Bajo esa lógica, como algunos no son todos, por ende, nadie tiene la culpa. Y si sobre nadie recae la responsabilidad, entonces no les pasa nada.
No se dan cuenta que, cuando se acabe ese periodo finito del gozo de la lotería que se ganaron, regresarán al llano. Volverán a ser los ciudadanos corrientes que siempre fueron, regresarán a su condición de insignificancia mediocre. Pero eso sí, con el agregado de que cuando se desplacen por las calles, los más educados los mirarán sonriendo hipócritamente mientras susurran insultos contra ellos a sus espaldas. Y los más osados les gritarán algunos epítetos que causarán las risas del público, mientras observan – o graban – sus reacciones al recibirlos.
Querrán recordar sus viejas glorias, se jactarán de seguir teniendo contactos y poder con cada interlocutor con el que se relacionen. Pero serán puro verbo y payasada, puro bluff, mucho ruido y pocas nueces. En el mejor de los casos, serán como esas marcas que quedan en la piel tras la ebullición de un gran forúnculo infectado.
Imagen: Composición PUNTO MEDIO. Almirante Montoya, tomada de https://gestion.pe/peru/politica/ex-jefes-del-comando-conjunto-de-las-ffaa-respaldan-respuesta-de-asociacion-de-ex-altos-mandos-militares-al-mindef-noticia/ . Alejandro Cavero: Pantallazo de Panamericana TV. Billeteras: Martín Hidalgo, Twitter.
