Por Ricardo Gálvez del Bosque
Esta semana, el más grande escritor peruano, Mario Vargas Llosa cumplió 87 años. Nobel de Literatura y primer miembro de la Academia Francesa que no haya escrito en ese idioma, ha sido galardonado por sus obras a nivel mundial en innumerables oportunidades.
Un simple lector (como quien suscribe este espacio), sin los pergaminos ni conocimientos de un crítico literario, no puede desconocer la brillantez de su pluma y el extraordinario talento del novelista. Leyéndolo uno puede vivir de cerca la fracasada revolución de Mayta, sentir repulsión por Cayo Bermúdez en Conversación en La Catedral, viajar con Flora Tristán, amar y odiar a las distintas personalidades de Otilia en Travesuras de la niña mala, imaginar a Pedro Camacho con mil pelucas narrando radionovelas, ser parte de la conspiración contra Trujillo en La Fiesta del Chivo, y recorrer el Perú acompañando la campaña del FREDEMO en El Pez en el Agua. Y en la mayor parte de sus obras, uno puede sentir la aversión que le tiene el escritor al autoritarismo, venga de donde venga.
Mario Vargas Llosa no ha sido solo un escritor concentrado en sus libros. Gran conocedor del acontecer político internacional, es consultado constantemente para que exprese sus opiniones sobre distintos temas. Sobre lo que no es consultado, con absoluta solvencia lo comenta en Piedra de Toque, su columna quincenal que escribe hace casi 33 años.
Vargas Llosa es querido y repudiado en su país natal porque nunca ha edulcorado sus opiniones sobre el acontecer político peruano. Y es que, en un país en el que se prefiere suavizar la información que se tiene sobre un hecho concreto, el contundente y preciso uso de los adjetivos y sinónimos que usa el Nobel peruano pueden sacar roncha a más de uno. Dice las cosas, pues, con total transparencia y tal como él considera que son.
Su discurso al recibir el premio Nobel de Literatura, en el 2010, emocionó a muchos de sus compatriotas. En él dijo lo que muchos de sus lectores intuían, que al Perú lo lleva en sus entrañas. En sus obras, no deja de lado a la tierra que lo vio nacer y que en algún momento quiso presidir con el objetivo de verla progresar. Ironías de la vida, quien lo venció en la contienda electoral en la que se presentó también se llevó al Perú, solo que aquel lo empacó en 54 maletas al huir rumbo a Japón.
Alguno detractores quieren circunscribir las opiniones políticas de Vargas Llosa a las elecciones de candidatos que el autor profesa en segundas vueltas, cuando se le expone ante dos opciones desagradables. Otros, buscan desacreditarlo sacándolo de contexto sin leer su obra, picando frases de un lado y otro, tomando antojadizamente aspectos de su vida para pretender increparle incoherencia, o queriendo tergiversar sus mensajes. Lo cierto es que, Vargas Llosa no le teme a la polémica y enfrenta los desafíos de un debate que puede resultar espinoso y poco conveniente para algunos.
¿Vargas Llosa es infalible? Por supuesto que no. Es ilógico e irracional esperar que lo sea. No se puede negar que, en los últimos años, quizás la mala información que habría recibido le han jugado malas pasadas.
Pero no hay que ser mezquino con nuestro máximo representante de la literatura, quien se la ha jugado por el Perú en incontables oportunidades, quien pone en las mejores vitrinas literarias a nuestro país, y quien ha tenido el absoluto desprendimiento de donar toda su biblioteca personal a su ciudad natal.
Llena de orgullo nuestro Nobel, quien además de entregarnos su invalorable obra, se ha pasado la mayor parte de su vida luchando por la libertad y contra el autoritarismo.
Imagen tomada de https://www.veronicasaenz.com/2020/02/07/mario-vargas-llosa/