Por Ricardo Gálvez del Bosque
Algunas personas han estado opinando con bastante candor por qué no le preguntamos en un referéndum cercano (en 3 meses, proponen algunos) a la población si quieren o no una Asamblea Constituyente (AC). El argumento simplista muchas veces se apoya en un “¿a qué le tenemos miedo? Es solo consultar”. Como si se tratara de una pregunta inocente, una decisión tan irrelevante como el decidir si las papas fritas las queremos con kétchup o mayonesa.
Más allá de que, constitucionalmente, no procede realizar una consulta de ese calibre al aire (el paso correcto sería reformar el artículo 206 de la Constitución), nos resulta sumamente irresponsable la pretensión de que un tema tan sensible y medular se quiera debatir en un concurso de popularidad sin contenido.
Cuando se afirma que una gran mayoría de personas no saben a ciencia cierta qué implicancias tiene la convocatoria de una AC, en qué consiste, qué significa, cuánto tiempo dura todo el proceso, algunos le increpan a quien tiene ese argumento tildándolo de clasista y otros adjetivos. “¿Estás diciendo que la gente es ignorante? ¡Respeta la voluntad de la mayoría! ¡Es lo que gritan en muchas arengas!”
La izquierda ha tenido este fetiche desde hace años. Lo marketean, lo publicitan, sueltan datos engañosos, culpan de todos los males de gestión y corrupción a la Constitución, y llegan a decir falsedades populares para generar indignación colectiva (“por eso no tienes acceso a salud, por eso eres pobre, por eso no tenemos infraestructura, por eso los extranjeros se llevan la riqueza de nuestro pueblo”). Sin embargo, en todos estos años jamás han aterrizado sus ideas o han indicado qué cambiarían y por qué lo cambiarían (en concreto).
No podemos desconocer que han tenido éxito construyendo esa narrativa. Han logrado hacerle creer a muchas personas bien intencionadas que todos los males que nos aquejan vienen de ese documento diabólico. Muchos llegan a creer que no está garantizada ni la salud ni la educación en la Constitución (cuando sí lo está, por escrito), y creen que en una nueva Carta Magna lo escribiremos con letras mayúsculas, negritas y subrayadas y, ¡santo remedio!
¿Y si somos serios y decimos las cosas como son? Por ejemplo, que el proceso de convocar a una AC hasta aprobar una Constitución demora, como mínimo, unos 3 años (en democracia, claramente). Éste incluye una primera reforma constitucional para crear el mecanismo, referéndum, desarrollo legal del tipo de Asamblea, convocatoria a elecciones para asambleístas, proceso electoral, instalación, redacción de la nueva constitución, debate y socialización, elecciones de ratificación.
¿Y si le contamos a la gente que una AC es un Congreso paralelo que solo se encargará de redactar la Constitución? ¿Si le decimos a la gente que tendríamos dos “congresos” bajo esa figura? ¿Si les decimos que los asambleístas no tendrán contrapeso y podrán hacer y deshacer lo que crean conveniente? ¿Si les comentamos sobre los riesgos a los que nos veremos expuestos durante 3 años de incertidumbre en un país que ya vive una grave crisis política, social y económica? Conociendo eso, la idea de darle un cheque en blanco a los asambleístas, ¿les sigue pareciendo atractiva?
¿Y si además le decimos al electorado que el propio Congreso que elijamos puede reformar total o parcialmente la Constitución, y que esto ya está regulado y normado en nuestra Carta Magna? ¿Si les demostramos que esto ya es posible y que la izquierda jamás ha plasmado en una propuesta concreta los cambios que dicen proponer? ¿Seguirán queriendo tener un segundo Congreso para eso?
Por tanto, creemos que lanzar esa pregunta al aire para que sea votada como un tema de popularidad es irresponsable. Estamos hablando de la vida y los destinos de más de 30 millones de personas que se verían afectados por una buena o mala decisión, que no puede ser tomada con el hígado o con la emoción momentánea. Libertades, ahorros, propiedades, derechos, deberes, negocios, proyectos, todo desde cero. Por eso creemos que debe ser debatida, explicada, aterrizada, puesta en concreto. No es, pues, una pregunta inocente. Es medular, trascendental.
Creemos que un espacio para que se explique la propuesta puede ser las elecciones a las que – esperamos – iremos pronto. Si la izquierda desea con tanta pasión que dicho proyecto prospere, ¡que logre una mayoría parlamentaria que la ejecute! Expongan la propuesta (ideal que digan en concreto qué es lo que quieren cambiar y por qué nunca lo han planteado desde el Congreso), ofrézcanlo al electorado, y ganen. ¿Por qué imponerla?
Hemos sido bastante irresponsables al elegir a nuestras autoridades (sí, las elegimos. No están ahí por sorteo), no seamos igual de irresponsables al tomar una decisión mucho más trascendental que una mala gestión (como las que abundan en nuestra historia reciente).
Imagen: tomada de https://elperuano.pe/noticia/168468-dia-de-la-constitucion-politica-se-celebra-el-12-de-julio