Por Ricardo Gálvez del Bosque
Hemos visto cómo algunos congresistas han festejado, como si fueran héroes, el fin de la presidencia de Pedro Castillo. Sin embargo, si queremos ser exactos, ésta no se desmoronó gracias al Congreso.
Algunos se han excusado diciendo que no podían hacer nada porque necesitaban votos de la izquierda para lograr los 87 necesarios para una vacancia presidencial. Recién ahora lo dicen en voz alta, admiten lo que muchos sabíamos.
Pero, ¿es verdad que la vacancia era la única salida? Y, por otro lado, si ya sabían que no tendrían – sin apoyo del oficialismo – esos votos necesarios, ¿por qué seguían insistiendo en esa opción (y sin buscar medidas alternas) sabiendo de antemano que ésta no tendría éxito? 3 vacancias y cero avances (cero, cerapio, doble cero) de otras soluciones. ¿Qué clase de personas eligen como única salida algo que saben es inconducente?
Durante mucho tiempo y en innumerables ocasiones, muchos pedimos que este Congreso hiciera su trabajo y reformara el artículo 117 de la Constitución, ya que según éste el presidente no podía ser acusado por delitos de corrupción. Para reformar dicho artículo solo se necesitaban 66 votos (que sí tenían), y luego una ratificación vía referéndum. Han pasado 3 legislaturas y hasta ahora nada. Ningún avance. Se niegan a hacerlo y ni lo comentan, otorgando impunidad. ¿Por qué, ah?
Sabiendo de antemano que no podían vacar a Pedro Castillo, pudieron explorar la opción de adelantar elecciones generales con 66 votos y un referéndum. Tampoco lo hicieron. ¿Qué pasó ahí?
Cuando se presentaron Ministros con graves cuestionamientos, ¿interpelaron y censuraron rápidamente? Tampoco. La hicieron larga – no nos podemos olvidar las excusas e inventos que soltaban – con Juan Silva, quedándose hasta marzo a pesar de que había audios comprometedores sobre él que surgieron en noviembre del año pasado. Mutis total contra el corrupto que manejaba un presupuesto millonario de obras. Raro, ¿no?
Intentaron remover a Harvey Colchado, y el Ministro del Interior siguió blindado. Geiner Alvarado fue el ministro más longevo del Gobierno, y el Congreso no lo tocó ni con el pétalo de una rosa. No hicieron responsable a ningún ministro por el encierro del 5 de abril. Dejaron que Íber Maraví, con graves denuncias de haber participado en atentados terroristas, se quedara 69 días como Ministro de Trabajo. Ni siquiera lo censuraron. No movieron ni un dedo cuando Aníbal Torres despidió ilegalmente al Procurador Daniel Soria.
Irónicamente, la caída de Pedro Castillo se logró porque cometió un delito por el que el artículo 117 sí permitía acusarlo. Y lo hizo en flagrancia, en video difundido a nivel nacional. Prueba plena que permitió que el Congreso simplemente festeje el autogol.
El Congreso no “salvó” la democracia. Olvídense de esa narrativa. Más bien, durante año y medio jugó con fuego y fue cómplice. No fiscalizó, y más bien, aprovechó las circunstancias para negociar contrarreformas con el Ejecutivo. Así, por ejemplo, se unieron a éste sin ascos para orquestar la defunción de la reforma universitaria.
La democracia se mantuvo gracias a que quien quiso vulnerarla no pudo ser más torpe e inepto de lo que fue. La democracia se mantuvo a pesar del Congreso. Este Congreso no ha sido “heroico”, ha sido parte del problema. Ha sido una pieza clave que permitió que Castillo actúe con absoluta impunidad. Que los cómplices no festejen.
Imagen: AP Foto/Guadalupe Pardo