Por Ricardo Gálvez del Bosque
Después de escuchar todas las inauditas explicaciones que han brindado algunos aliados incondicionales de Castillo para justificar el Golpe de Estado que intentó ejecutar, a muchos nos quedan dudas sobre las razones que tuvo para cometer un suicidio político tan bochornoso.
La explicación más benévola apela a que Pedro Castillo fue probando de a pocos el agua tibia y finalmente se lanzó a la piscina sin darse cuenta que en esta ocasión estaba vacía.
Durante el año y meses que “gobernó”, tomó decisiones que a ningún presidente se le hubiera permitido, ¡y no le pasó nada! Vínculos con Movadef, sacar las uñas contra la Derrama Magisterial, aliados que hacían apología al terrorismo, parientes prófugos, ocultar a familiares, ministros corruptos respaldados públicamente, una hija lobbista con sellos de autoridades, dineros en los baños de Palacio, ataques a quienes lo investigaban.
Por mucho menos, algunos grupos de izquierda – y la calle misma – exigían renuncias, vacancias, cabezas. Pero durante su gobierno, más allá de gritos e improperios de la “oposición”, no pasaba nada. Todos tenían su precio, y lo sabía.
Esa adrenalina de sentirse súper poderoso puede cegar a la mayoría de personas, más aún a aquellas que tienen serios problemas de comprensión de la realidad. Peor aún a aquellas que ignoran las consecuencias de sus acciones y que se sienten intocables y especiales porque han creído ser los ungidos por el cielo.
La actitud de Castillo podría explicarse con la fábula del traje del emperador. Rodeado de ayayeros, y creyéndose la encarnación de la voluntad del pueblo, la soberbia puede haberlo cegado haciéndole creer que tiene puesto el traje más elegante cuando en la realidad está sin ropa. Quizás, en la soledad del poder, con absoluta ignorancia se creyó el cuento de que estaba saliendo a la calle con la mejor vestimenta, mientras para todos resultaba evidente su desnudez.
Hoy, sus seguidores fanatizados están de duelo. No es para menos, la caída ha sido dura. Para mala suerte de los que exigían “pruebas” más contundentes – a pesar de los más de 190 elementos de convicción que demostraban que Castillo era un delincuente – el golpista decidió cometer un delito y dejarlo en video. Y lo difundió voluntariamente a nivel nacional. Prueba plena que patéticamente algunos quieren negar con pasión de terraplanistas.
Lo drogaron, su discurso fue “un decir, nomás”, lo manipularon, no sabía lo que decía, lo obligaron. ¿Esa es la defensa de sus fanáticos seguidores? ¡Caramba! ¿Estamos llegando a ese patético nivel? ¡Qué poco quieren al país como para ser conscientes de la incapacidad del sujeto y haber avalado que siga dirigiendo los destinos de un país con tamaña irresponsabilidad!
Lo que están logrando, con bastante éxito, es demostrar que serían la caricatura que la DBA señala que son: alucinados que se creen superiores moralmente y dueños de la verdad, distorsionadores de la realidad con principios flexibles y maleables según su conveniencia, personajes llenos de discursos plagados de estereotipos, prejuicios y victimización.
Lo más escalofriante de todo esto es que ha quedado en evidencia que el país puede soportar un año y 5 meses de ineptitud galopante. Esa tolerancia ciudadana resulta preocupante ya que puede darles un mensaje nefasto a los próximos sucesores de Castillo. Todo se aguanta, todo se puede hacer.
Más rápido de lo pensado, Pedro Castillo estará respondiendo ante la justicia. Su inexperiencia, la corrupción que promovió, sus ánimos destructivos, su ineptitud, su arrogancia, su ignorancia no solo han afectado – en este año y medio – a 33 millones de personas menos una familia. Ahora que está preso, podemos decir que terminaron afectados los 33 millones sin excepción.
Imagen: Tomada de https://www.adnsureste.info/peru-en-crisis-pedro-castillo-esta-preso-en-la-misma-carcel-que-alberto-fujimori-1000-h/