Por Ricardo Gálvez del Bosque
Partiendo desde el hecho de que en el Congreso solo están representados 4 de cada 10 electores peruanos, no es sorprendente que la institución tenga poca popularidad. Si a eso le agregamos la lluvia de propuestas mercantilistas en su haber, los blindajes selectivos, los personajes nefastos que la integran (¡hasta violadores!), las declaraciones destempladas de muchos de sus integrantes, la escalofriante descoordinación que prima en sus decisiones y la desconexión con la realidad de la mayoría de parlamentarios actuales, la fórmula resulta explosiva.
Es un hecho, el Congreso es un flanco fácil de ser atacado. Y hoy por hoy, Castillo lo sabe y lo aprovecha. Una disolución del Legislativo, si bien tendrá cierta oposición de la opinión pública, podría ser aplaudido por una base de electores que tranquilamente sería más amplia de la que apoyó a Castillo en la elección del 2021.
Aun así, el Congreso sigue poniéndose la soga al cuello al no cumplir su labor de consensuar para lograr una salida a la crisis política. Esto pasa porque para la gran mayoría de parlamentarios lo más importante es seguir pasando por caja cada quincena.
De múltiples maneras se les ha explicado que tienen que articular una salida legítima, legal, constitucional de acuerdo a la coyuntura política. Sin embargo, siguen empecinados en hacerla larga y en darle la espalda a la mayor parte de la población. Así, pretenden que sigamos andando en círculos hasta marearnos.
Tienen en sus manos el reformar el artículo 117 de la Constitución y apoyar al Ministerio público en su tarea de investigar la corrupción palaciega. Tienen en sus manos brindarle al país una salida ordenada a la crisis, devolviéndole el poder a la ciudadanía con un adelanto de elecciones. Y ahí están, calentando el asiento de sus curules – salvo honrosas excepciones – y mostrando desprecio hacia los peruanos de pie que necesitamos que nuestras autoridades actúen con responsabilidad ante esta crisis que promete arrasar con la institucionalidad del país.
Si creen que solo declarando la improcedencia de la Cuestión de Confianza presentada por Torres las aguas se habrán calmado, demostraran que no son conscientes de la pistola que tienen en la cabeza y que no habrá necesidad de usar una bala de plata para terminar con esta terrible pesadilla en la cual también son protagonistas. La ceguera parlamentaria voluntaria debe terminar.
Foto de Taras Chernus en Unsplash