Por Ricardo Gálvez del Bosque
La semana pasada, tras hacerse pública la denuncia de desaparición de una señorita en plena labor de parto, los medios y la sociedad civil se preocuparon por su paradero y el de su hija por nacer. Sin embargo, a las pocas horas de la aparición de la supuesta gestante, la historia dio un vuelco de 180 grados. El caso no habría sido lo que se denunció, y el problema habría sido de índole privada y personal. Un dramático caso que, aparentemente, correspondería a temas de salud mental. Una “noticia” que debió caducar desde el instante en que el Ministro del Interior – y las pruebas de nivel hormonal – indicaron fehacientemente que no habría existido tal embarazo.
Quizás, a partir de ahí, habría sido positivo que el enfoque de los medios sea el de hablar sobre el problema social – desatendido – de la salud mental. Sin embargo, la tribuna parecería querer más, y los medios y las autoridades no desperdiciaron el shock de la noticia para ofrecer contenido sensacionalista que dejaba de responder al interés público.
Ayer mismo, la prensa y la PNP siguieron divulgando información privada sobre las atenciones médicas que habría recibido la señorita en una clínica particular. Hasta donde tenemos entendido, el historial médico de un paciente es reservado y no debería divulgarse, ¿o ya no existe el derecho a la intimidad y la reserva entre paciente y doctor? ¿Por qué las autoridades lo filtran a los medios? ¿Por qué los medios lo publican sin ningún reparo? Imagínense, pues, que sus peores males médicos – o los de un familiar suyo – sean motivo de escrutinio público. No, ¿no? ¿Con qué derecho?
Para aumentar la chismografía, algunos han apelado a consultas a “terapeutas holísticas” que públicamente determinan que “si te fijas mucho en las pestañas (de la señorita), tanto en la parte de arriba, el rímel, como en la parte de abajo, hay exceso de maquillaje” y que este hecho no iría de la mano con una supuesta preocupación por la desaparición de su supuesta hija recién nacida. ¿Qué más van a sacar? ¿Van a leerles las cartas astrales a los implicados? ¿Van a buscar la declaración de parejas antiguas o profesores de colegio de los involucrados?
Como sociedad civil tenemos que ser conscientes de que todo tiene un límite. Una cosa es el interés público, y otra muy diferente es el morbo público. El tema es privado y debería tratarse como tal, pero aparentemente la necesidad de explotar al máximo un escándalo puede más que la contención, la empatía y la humanidad.
Si los medios, las redes, o las autoridades no se contienen, es nuestra responsabilidad el decirles “¡Basta!”. Como adultos podemos tratar de contener ese impulso grosero, que a veces sale de nuestras pulsiones más bajas, de enterarnos de los últimos chismes para ser jueces de la moral. Cortemos esa necesidad de ser aquellos que levantamos el dedito y señalamos al prójimo. No vaya a ser que algún día los dedos nos señalen a nosotros mismos. ¿O somos todos impolutos?
Imagen: Composición de PUNTO MEDIO. Foto de medios chicha tomada de https://www.clasesdeperiodismo.com/2014/05/13/pensaste-que-lo-habias-visto-todo-estas-portadas-te-sorprenderan/ Foto original: de Juan Encalada en Unsplash