Por Ricardo Gálvez del Bosque
Partamos de tres realidades concretas:
- Pedro Castillo ganó las elecciones del 2021, y nos guste o no es el Presidente de la República (por lo menos, al momento en el que fue redactado este artículo).
- La Fiscal de la Nación, Patricia Benavides, tiene serios cuestionamientos en su contra tras las movidas que hizo dentro del Ministerio Público.
- Lamentablemente hemos sido gobernados por varios Presidentes corruptos.
Hasta ahí, ¿estamos de acuerdo? Ok. Es decir, no hubo fraude y la Fiscal de la Nación no es una santa que se debe poner en una estampita para su respectiva devoción. También reconocemos, con suma vergüenza, que tenemos varios ex presidentes acusados y hasta condenados por corrupción (y otros delitos de mayor envergadura).
Durante muchos años ha sido un secreto a voces que nuestros presidentes no han sido honrados, y que lo más probable es que tuvieran cochinadas en su haber. Sin embargo, ha sido muy difícil agarrarlos con las manos en la masa durante sus mandatos. Sospechas, por supuesto. Lo usual, en nuestro país, ha sido atraparlos una vez que dejaron el poder. El caso de Castillo rompe ese patrón. La torpeza y el nivel de raterío minorista y con múltiples actores involucrados que actuaron como pirañas, lo ha dejado en evidencia rápidamente. Y ahí radica el principal problema de este Presidente: el ser un choro monse al que se le ha chapado en sus cochinadas inmediatamente.
Que la Fiscal tenga sus propios anticuchos, ¿hace que las denuncias que ha formulado contra Pedro Castillo y allegados sean falsas? No. Las pruebas obtenidas gracias a su investigación, ¿dejan de ser contundentes porque nos disguste o nos encante la Fiscal de la Nación? Tampoco. El hecho de que otros mandatarios hayan sido corruptos, ¿excusa los delitos que habría cometido Pedro Castillo? ¿Vuelve irrelevante el hecho de que se le vea a Pedro Castillo inmiscuido en delitos de corrupción? No, ¿no?
Entonces, ¿cómo algunos pueden defender a Pedro Castillo a pesar de que no ha aclarado ninguno de los 190 elementos de convicción que lo sindican como líder de una organización criminal enquistada en Palacio de Gobierno? ¿El hecho de que Alberto Fujimori haya sido un peor criminal justifica a este nuevo corrupto? ¿Dónde está la lógica? ¿En el “nosotros robamos menos”? ¿En el “¡qué malos! ¡A él no lo dejan robar tranquilo!”?
Se suponía que el antifujimorismo luchaba para que esa mafia no regrese al poder, por un tema de dignidad. La lógica era que no tengamos a delincuentes en el Gobierno, no que se avalen a otros porque tienen un apellido diferente, ¿no? Sin embargo, ahora escuchamos y leemos a quienes decían combatir la corrupción – cuando venía del fujimorismo – intentando justificar lo injustificable para respaldar a un denunciado como Castillo. Las pancartas de protesta en las que se exigía “echar a las ratas”, ¿eran solo para un tipo específico de roedor?
Sí, el régimen del dictador Alberto Fujimori fue nefasto. Sí, su hija ha seguido su camino y lo ha perfeccionado para el mal. Pero, una cosa es ser antifujimorista por principios, y otra muy distinta es ser un fujitraumado que relativiza todo porque siempre lo compara con el cuco mayor. Eso no es tener dignidad, simplemente es tener una fijación selectiva y principios flexibles.
Imagen tomada de: https://derechosinfronteras.pe/cusco-jovenes-le-dicen-no-a-keiko/