Por Franco Antunez Evans Morales*
La crisis manifiesta del régimen político en el Perú tiene protagonistas, uno de estos es la derecha reaccionaria y cancelatoria, extrema para algunos y radicales populistas para otros. El asunto es que el entrampamiento con horizonte ciego en el que nos encontramos expresa que la derecha utiliza una política antagónica que ve enemigos en el espectro político vecino: la izquierda, esta última con consignas discursivas pero sin conexión total con los sectores populares y sin una agenda tecno política con rumbo a la democratización social para el acceso a servicios públicos de calidad. Aunque parezca paradójico, la derecha antagónica asume en su repertorio algunos elementos de lo nacional popular para construir narrativas de integración frente a la inoperancia del gobierno de Pedro Castillo.
Vivimos durante 30 años un ciclo de régimen político desgastado, sin legitimidad, sin salidas de fondo y sin actores políticos con poder democratizador en el Perú. La colusión entre lo público – privado junto a redes infames de perversión política y entrampamiento de las instituciones incrementan la deriva de una ciudadanía vigilante con sus gobiernos locales, subnacionales y nacional.
No se puede ejecutar lineamientos programáticos si antes no se piensa en la visión para el país, las fuerzas políticas y autoridades hablan de diálogo, acuerdos y retóricas discursivas que no brindan alternativas estructurales para mirar opciones de cambio al círculo vicioso. Una de las fuerzas protagonistas en la debacle de régimen en el que nos encontramos es la derecha antagónica, cancelatoria, liberal (también neoliberal) en lo económico (defensa de propiedad privada, mercado autorregulado, libertad de consumo, inversiones) y conservadora (rechazo al enfoque de género, orden tutelar y castrense, vilipendio al ejercicio de las diversas sexualidades).
Sin embargo, vale mencionar que el repertorio sobre la nación, lo nacional y lo popular ya no es monopolio exclusivo de fuerzas progresistas y de izquierda. El sentido de conexión ha variado, asistimos a un ciclo donde las derechas peruanas desde el fujimorismo como sus satélites hasta las derechas con nuevo ropaje aunque con viejas consignas como Avanza País, Renovación Popular, Alianza Para el Progreso, entre otras, se apropian del discurso nacional popular para diseñar una narrativa presentista que busca integrar con antagonismos a los sectores populares, lo que el sociólogo alemán Norbert Elías (2003) denominó como la relación entre establecidos y forasteros, es decir, “nosotros” la derecha establecida en el lado “correcto” de la historia, y Pedro Castillo como “el forastero” y la personificación “comunista” que encarna la deriva y la razón del hoyo donde nos ubicamos.
Las movilizaciones ciudadanas organizadas por las derechas partidarias y organizaciones neopentecostales contra la Asamblea Constituyente y la vacancia presidencial de Castillo emplean términos como ciudadanía, democracia, libertades individuales, pueblo, patriotas. Mi conjetura es que estas y otras categorías como soberanía, identidad y nación no son indiferentes a la derecha, pero son elementos nacionales populares sin sustancia, aplicados solo en el discurso cancelatorio y reaccionario con impacto en determinados sectores populares de los niveles socioeconómicos que corresponden.
No es casualidad que en estas manifestaciones la derecha utilice categorías como libertad dentro del movimiento del libertarismo, espectro que considera prioridad a la propiedad privada y a la protección jurídica de los derechos individuales, es una retórica disfrazada de nacional popular porque dichas libertades individuales son contextualizadas solo en la lógica de los acuerdos individuales y como unidad básica de la sociedad, sin embargo, el libertarismo no se articula con la comunidad política para el reconocimiento del otro.
Ante la ausencia de contenidos de fondo, validez de la democracia y el proyecto fallido del Estado-nación en el Perú, sumado a la falta de reacción y entrampamiento sin salida en el que se encuentra Castillo, el discurso nacional-popular es capitalizado por las derechas porque para ellos es más fácil integrar a través de la aniquilación, no ven adversarios políticos ven enemigos a quienes destruir.
No obstante, se tiene que entender que es una cuestión de hegemonía y esta diseña las reglas de juego para la derecha, sin legitimidad pero que paradójicamente se mantiene, en crisis pero ha depositado toda una parafernalia entre concentración de medios de comunicación, grupos de poder económico y fuerzas progresistas sin fundamentos discursivos, técnicos y programáticos para hacer contraofensiva. Lo curioso es que el discurso nacional popular avalado por la derecha no fomenta el reconocimiento del otro como posibilidad de entendimiento, no hay oportunidad de nacionalización ni democratización desde este sector.
¿Lo nacional popular queda solo en las marchas y movilizaciones? Al parecer esa es la región de la actuación dramatúrgica, tras bambalinas se ejecutan acciones políticas que son cuestionadas por la obstrucción a la justicia social y a la autonomía de las instituciones, por ejemplo, se tiene el informe presentado por el congresista Alejandro Cavero de Avanza País para encubrir sistemáticamente la responsabilidad política del ex presidente transitorio Manuel Merino por la muerte de dos jóvenes durante las movilizaciones de noviembre del 2020, la cuestionada elección de los integrantes del Tribunal Constitucional justo en el escenario donde el debate por el momento constituyente comienza a ser discutido, por lo menos a través de las encuestas de opinión.
La identidad nacional de la ciudadanía no tiene soporte en el Estado, porque este junto al régimen político no son totalmente útiles para las clases populares, padecemos crisis endémicas que marcan el maltrato cotidiano, la concentración del poder para intereses personales y la normalización del asedio por parte de la derecha peruana. Pero lo nacional popular requiere de hilos conductores como la comunicación, el debate, la reflexión y la ejecución, todos articulados entre sí, sin embargo, sucesos como la elección a rajatabla del Defensor(a) del Pueblo y la ampliación de la legislatura para aprobar el retorno a la bicameralidad realizados por el Congreso de la República son síntomas de que no existen espacios para la argumentación y se vive para la conservación del poder entre las élites políticas.
El repertorio de lo nacional popular carece de adecuadas lecturas por parte de nuestra clase política, sin lectura de lo que pasa y sin saber que hacer con su potencial para cambiar las reglas de juego pues esta crisis y esfuerzos de suma cero van a persistir. Algunos sectores hablan de consenso, sin embargo, se trata de lo que yo llamo “la falacia del consenso centrista”, debido a que son soluciones coyunturales de corto plazo, para luego volver a la descomposición del Estado, régimen y gobierno en que estamos. La iniciativa constituyente es una opción, la incógnita es saber bajo que condiciones programáticas se realizará y quienes levantarán su promoción política.
*Licenciado en Sociología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Programa de Maestría en Sociología con mención en Estudios Políticos (UNMSM). Diplomado en Investigación Cualitativa por la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH). Consultor en promoción social, fortalecimiento de capacidades y proyectos sociales. Colaborador en revistas académicas e investigador sobre derechas políticas, juventudes, movilidad urbana y espacio público.
Bibliografía Elías, N. (2003). Ensayo acerca de las relaciones entre establecidos y foresteros. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, (104), pp. 219-251. Imagen tomada de https://www.resumenlatinoamericano.org/2021/05/11/peru-la-derecha-bruta-y-achorada-dba-pide-muerte-para-castillo/