Cada voto cuenta

Jun 28, 2022 | ◉ Puntos de Vista

Por Ricardo Gálvez del Bosque

El derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo ha sufrido un grave revés la semana pasada con la disposición de la Corte Suprema de los Estados Unidos de anular el fallo Roe v. Wade (vigente desde 1973). Con esta victoria 5-4 en la Corte, el movimiento conservador finalmente logró cosechar lo que tanto sembró durante las últimas décadas.

La política estadounidense, caracterizada por su sólido bipartidismo, muchas veces se ha sostenido por sus ways and means (usos y costumbres).  En los últimos años, dicha tradición se ha visto menoscabada por una forma más dura de realizar la política, tal y como lo describen Levitsky y Ziblatt en su libro “Cómo mueren las democracias”. En estos tiempos, el filibusterismo y la obstrucción han sido utilizados mucho más que antes, en un clima de polarización política que ha ido creciendo paulatinamente.

Los jueces de la Corte Suprema de Estados Unidos son nominados por el Presidente y deben ser ratificados por la mayoría del Senado. El nombramiento de un juez supremo es de por vida, o hasta que éste decida renunciar. Las propuestas que salen del Ejecutivo y llegan al Congreso no son realizadas al azar, y en el Senado se decide la ratificación de la nominación presidencial en una durísima deliberación pública. Para esto, se necesita relativo consenso, y es poco común que un Presidente proponga a algún juez que no logre ser confirmado por el Senado.

Sin embargo, en los últimos meses de la presidencia de Obama sucedió algo bastante inusual y alejado de los usos y costumbres de la política norteamericana. Al tener que llenar el vacío que dejó en la Corte el fallecimiento de Antonin Scalia, el presidente demócrata propuso en su reemplazo a Merrick Garland en el 2016, a meses de las Elecciones Presidenciales. El líder republicano del Senado, Mitch O’Connell, cerró el paso de dicha nominación alegando que se debería postergar hasta pasado el proceso electoral de noviembre de ese año.

La última vez que el Senado rechazó una nominación de un Juez Supremo fue en el período de Ronald Reagan, pero desde 1881 no pasaba que el Senado simplemente se rehúse a debatir sobre una propuesta presidencial. Los republicanos se jugaban el todo por el todo, y los demócratas dejaron pasar ese movimiento agresivo y poco usual creyendo que lograrían ganar las siguientes elecciones.

Contra los pronósticos del Partido Demócrata, en noviembre del 2016 llegó a la Casa Blanca el líder que ansiaba el ala más conservadora del Partido Republicano: Donald Trump. Las últimas semanas antes de dicha elección, declaraciones explosivas y sin fundamento concreto del ex Director del FBI generaron controversia y afectaron duramente la candidatura de Hillary Clinton. Sea como fuera, el ausentismo demócrata le jugó en contra, y Trump se hizo de la presidencia.

Desde esa posición, Trump logró concretar 3 nominaciones a la Corte Suprema en tan solo 4 años, cambiando fuertemente la correlación de fuerzas y haciendo peligrar el movimiento progresista que había avanzado bastante en materias de derechos civiles. Es más, los mismos republicanos que se rehusaron a agendar audiencias para confirmar la última propuesta de Obama con la excusa de que era “año electoral”, hicieron oídos sordos a sus propias justificaciones y confirmaron a Amy Comey días antes de que Trump perdiera las elecciones del 2020.

Lograr revertir un fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos es sumamente difícil, y es el resultado de décadas de luchas. Pensar en una futura recomposición de las fuerzas en el Tribunal resulta un sueño muy lejano. Esta durísima señal de alerta nos hace evidenciar que la libertad no es gratis, cuesta trabajo. Cada elección presidencial ha tenido un efecto, para bien o para mal, en los avances de los derechos civiles de las personas. A veces, el dar por sentado que la democracia existe y está presente como si fuera un bien ya ganado nos hace perder la perspectiva sobre cómo, si la descuidamos, se puede echar a perder.

El conservadurismo está ganando muchos espacios a nivel mundial y es responsabilidad de todos los ciudadanos alzar nuestras voces, no solo protestando sino ejerciendo nuestros votos con responsabilidad. Pensando en curva.

 

Foto: Ricardo Gálvez. PUNTO MEDIO.

Autor

  • Ricardo Gálvez

    Es Administrador de la Universidad de Lima y Magíster en Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la PUCP. Ha trabajado en empresas del Sector Financiero, Seguros y Venta Directa en las áreas de Marketing, Planeamiento Comercial y Compras. Realizó su Tesis de Maestría investigando el comportamiento de los parlamentarios ante las reformas de financiamiento político. “Punto Medio” es el espacio donde vierte sus opiniones, comparte su análisis político y nos da a conocer sus puntos de vista y conocimientos sobre esta pasión que siempre lo acompañó desde joven.

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