Por Ricardo Gálvez del Bosque
El miércoles por la noche, El Comercio dio cuenta de un nuevo “escape” del ex Ministro Juan Silva, hoy prófugo de la justicia y con orden de captura. ¿Qué habría pasado? Según el medio de comunicación, un colaborador informó a la Policía sobre la ubicación de Silva con el objetivo de obtener los S/.50,000 soles de recompensa. Sin embargo, resultaría que los agentes se habrían “equivocado” – oportunamente – de dirección, permitiendo así que nuevamente el prófugo se escape. ¡Qué lamentable mala suerte! ¿No?
Según el medio, el informante siguió comunicándose con la Policía y brindando más información para volver a precisarles la ubicación. Recién luego de la huida del prófugo, los agentes lograron intervenir el verdadero lugar donde se escondía el ex Ministro de Pedro Castillo. ¿Qué encontraron? Su ropa, pasaporte y los celulares de las personas que se encontraban ahí, quienes habrían borrado todos sus mensajes de whatsapp con Silva. ¡Qué penita! ¡Qué mala pata!
Se dice que el informante también proporcionó la información de que vio huir al prófugo en una camioneta naranja, de propiedad de los habitantes de la casa donde se habría ocultado Silva. Con esta información, uno se pone a pensar, ¿qué tendríamos que hacer si encontramos a Bruno Pacheco, al sobrino del Presidente o a Silva?
Uno pensaría que, para conseguir la recompensa, deberíamos llamar a la Policía. Pero, ¿lograríamos su captura? ¿Conseguiríamos la recompensa? Todo hace pensar que, obviamente, no. ¿Entonces? ¿A quién recurrir? Se nos ocurre que a la prensa, o a las redes sociales porque aparentemente no quedaría de otra, ¿no?
Vamos a los hechos. Silva tenía resguardo policial, y antes de huir y pasar a la clandestinidad, extrañamente pide que se le retiren los agentes que le dan seguridad. Con dos dedos de frente, ¿no era sintomático? ¿Cómo procedieron? ¿Nadie levantó una ceja? Está también el hecho objetivo de la solicitud de la Fiscalía hacia la Policía para que se le realice videovigilancia. ¿Qué pasó con eso? Se les perdió. Punto. ¡Qué locura! ¿No?
Tras esto, el Ministerio del Interior ha pretendido echarle la culpa de la huida de Silva a la Fiscalía. ¡Increíble! El culpable de la desaparición del prófugo le echa la culpa a quien le solicitó que hagan su trabajo en el momento oportuno y no lo hizo. Nos preguntamos si esa actitud no es el significado preciso de ser “caradura”. Luego, se nos ofrecen explicaciones en la que indican – con bastante orgullo y altanería – que se han allanado cinco inmuebles. Ya, ¿y? Había que allanar uno, el correcto, en el momento en que se recibió la información. Nada más. ¿Nos quieren agarrar de tontos?
El Congreso, si quisiera ejercer una verdadera labor de fiscalización, debería censurar al Ministro del Interior Dimitri Senmache, quien pareciera creer que no tiene ninguna responsabilidad política por este claro desmadre.
Un pésimo trabajo de la Policía, cuyo liderazgo tiene el Ministerio del Interior del propio Presidente, le da cierto alivio a la defensa de Castillo en plena lluvia de serias denuncias de corrupción. Así, sus abogados pueden estar un poco más relajados mirando bailes de strippers masculinos en hilo dental, mientras nadie hace nada al respecto. Y parece que la Policía también andaría mirando esos videítos porque, ¿qué otra explicación lógica hay para estas fugas?
Ojalá que, más pronto que tarde, veamos a Silva bailar con ese ritmo en prisión.
Imagen: Composición propia Punto Medio. Foto de Silva: Fuente MTC. Foto de stripper: Justicia TV. Foto de Senmache: Mininter.