Por Ricardo Gálvez del Bosque
Tras conocerse el fallo del Tribunal Constitucional peruano en el cual, extrañamente, se anulaba lo dispuesto por la Corte Suprema que invalidó el indulto trucho que le otorgó PPK a Alberto Fujimori para no ser vacado, como era previsible, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le indicó al Estado peruano que no podría aplicar dicha resolución. Es decir, el ex dictador se mantiene en prisión gracias a que su estrategia de liberación, en vez de ser limpia y correcta jurídicamente, solo busca dar lástima y que ésta tenga connotaciones políticas.
No hay que olvidar que dicho indulto otorgado por PPK fue duramente criticado por Fuerza Popular, Keiko y sus seguidores. “Así no”, dijeron al lanzar su comunicado repudiando la forma en la que fue dado. Luego de eso, persiguieron implacablemente a Kenji y a los congresistas de su grupo que negociaron con sus votos el indulto a Fujimori, logrando silenciar y castigar a algunos, y quitándole su curul al menor de los Fujimori. Es decir, no solo expresaron su malestar, sino que lo evidenciaron en actos concretos y duros.
Por si fuera poco, algunos congresistas fujimoristas – como Leyla Chihuán – evaluaron sacar un proyecto de ley que permitiera que determinados ancianos presos pudieran cumplir sus penas en cárcel domiciliaria, pero inmediatamente fueron presionados por la cúpula que rodeaba a Keiko Fujimori para que esto no se concrete ni presente como opción. Es por eso que, las lágrimas de cocodrilo de la señora Fujimori pueden sonarle a pose a algunos, ya que ella misma fue la artífice de que su padre permaneciera en la cárcel y que su hermano esté ahora a punto de ser juzgado por la compra de votos.
¿Fujimori permanece en prisión por odios y rencores? Dejemos de prestarle atención a la narrativa majadera del grupo fujimorista que pretende reescribir la historia. El señor está preso por los delitos que cometió y por los que ha sido condenado en doble instancia, con el plus de que además una Corte Suprema de otro país (Chile) tuvo que aprobar cada uno de los cuadernillos de extradición por los delitos que se le imputaban. Además de los delitos de corrupción en los cuales Fujimori se declaró culpable – sí, se declaró culpable, señores – las penas que hoy se mantienen vigentes son las relativas a las graves violaciones de derechos humanos (así como secuestro agravado) las cuales no pueden ser indultadas por vía regular.
¿Entonces? ¿Debe morir en la cárcel? No. De ninguna manera. Nadie con un poco de humanidad le podría desear eso a otra persona. Se le podría otorgar, en el momento en el que corresponda, un indulto humanitario. Sin embargo, ese proceso debe seguir todo el procedimiento de la ley que regula dicha gracia presidencial. ¿Qué les cuesta seguir ese camino? ¿Por qué siempre buscan su libertad con triquiñuelas, lástima, y leguleyadas?
La CIDH exige que el Estado peruano le informe sobre el caso en mayo. El camino para que un reo como Fujimori, con la gravedad de los delitos por los cuales ha sido condenado, obtenga su libertad están clarísimos: arrepentimiento, pago de reparación civil, estado de salud que lo amerite.
Sin embargo, el fujimorismo que gana millones de dólares en polladas, que habría recibido harto financiamiento ilegal, con una Keiko que vive con lujos hace años y no se sabe de dónde, que logra que Fujimori reciba atenciones en clínicas privadas sin que nadie se pregunte de dónde sale el dinero (es más, cuando salió brevemente de la cárcel se hospedó en una mansión de La Molina supuestamente financiada “por amigos”) no mueve un dedo para pagar un sol de la reparación civil que le corresponde. Y para colmo siguen terruqueando a los familiares de sus víctimas.
¿Tanto les cuesta pedir perdón o reconocer delitos para así poder pasar la página? ¿Tanto les cuesta pagar parte de la reparación civil? Si está tan mal de salud, ¿por qué se oponen a que una Junta Médica transparente lo certifique? ¿Por qué siguen en ese plan ridículo de buscar una libertad amañada?
Nadie se quiere ensañar con un anciano que cometió delitos hace 30 años, pero no se puede exigir – con la estrategia de dar lástima – que no se cumpla lo que la justicia indica, que se menosprecie a las víctimas, o que nos hagamos de la vista gorda cuando se burlan de nuestro sistema jurídico.
Tienen un camino para lograr que el señor viva sus últimos días en su domicilio y no les da la gana de recorrerlo. No quieren, pues. Siendo así, es una lástima que tengan a un anciano en idas y vueltas, en ilusiones y desilusiones, gracias a la necedad de una familia que sigue creyendo que el Perú es su telenovela y que ellos son los protagonistas.
Foto: Captura de pantalla de video de la cuenta de Facebook de Alberto Fujimori.