Por Ricardo Gálvez del Bosque
Desde que Martín Vizcarra nos envió a cuarentenas rígidas, hasta ahora, la clase media peruana ha sido golpeada incesantemente. Muchos trabajadores que pertenecían a planillas formales fueron despedidos, las reducciones de personal se hicieron pan de cada día, la informalidad aumentó, los emprendimientos como manera de subsistencia se multiplicaron.
Es cierto, el Estado, dada la crisis, otorgó bonos que irían a las personas que no podrían salir a trabajar durante la pandemia. Sin embargo, siempre han llegado tarde, mal o nunca. Además, éstos no necesariamente han estado dirigidos a la clase media y fueron absolutamente insuficientes para la canasta básica familiar de los más necesitados. También se hizo un correcto salvataje a las empresas para que no se rompan las cadenas de pago y empiecen a quebrar masivamente, mitigando el impacto en la industria peruana. Pero, ¿y la clase media? ¿qué? Media con hueco, es lo que queda de ella tras no obtener ninguna ayuda ni alivio, mientras ha seguido sosteniendo al Estado mediante el pago de impuestos desorbitantes a cambio de servicios de pésima calidad.
La cobarde medida que Pedro Castillo dictó casi a media noche de este lunes, recortando nuevamente nuestras libertades, ahonda más esta crisis e indispone a un sector que no deja de ser golpeado constantemente. Por poner un ejemplo simple, ¿qué se les ofreció a aquellos que tenían citas médicas o a los trabajadores informales que solo obtienen ingresos por día trabajado? Indiferencia.
Este sector ha vivido en carne propia el desprecio que les tiene el Estado peruano. Muchas familias han perdido la mitad de sus ingresos, y sus gastos terminaron endeudándolos terriblemente. Zafarte de una hipoteca, digamos que no es tan fácil como terminar con tu novia de 5to de primaria. Los colegios no esperan, la electricidad y los servicios públicos no caen del cielo, los impuestos a la renta no se pagan con chapitas de gaseosa. Ayudas familiares, recortes de presupuestos dramáticos, retiros completos de CTS acumuladas durante años, saqueo de las cuentas de AFP mitigaron el gran impacto que les ocasionó. Mientras tanto, muchos desempleados han visto cómo el mercado laboral se encoge y los precios de los bienes y servicios suben. Además de entorpecer su vida, ¿qué les ha ofrecido el Estado a ellos? Nada. Es que, al no encontrarse en pobreza extrema, simplemente son considerados privilegiados. Aquí solo parecieran tomarse medidas si te consideran desahuciado. Antes, ¿para qué?
Los ahorros, la familia, no son eternos. Para colmo de males, dicha clase media ha tenido que observar con resignación cómo el Gobierno de turno – lejos de tener un plan de reactivación que les devuelva la esperanza – ha decidido optar por el desgobierno, la improvisación, y la corrupción generalizada. Este martes muchos llegaron al hartazgo al observar cómo pretendían recortar sus libertades sin ningún sustento.
¿Cuánto más soportará la clase media peruana? Algunos, quizás, no descarten liquidar lo poco que tienen y tomar un avión para no regresar. Dos años de encierro, muertes y dolor por todos lados, desesperanza por un futuro mejor, digamos que no son un brochure que incentive la permanencia en un país que parece caerse a pedazos. Sin embargo, el Gobierno no debería descartar que la clase media exprese su hartazgo en las calles de manera rotunda.
Desde este espacio creemos que el Perú ha salido de peores situaciones, y que saldrá de esta también. Con esfuerzo, claro. Pero ya llegó la hora de decir “¡basta!”. No nos merecemos esta miserable clase política que destruye nuestro futuro. Somos personas de bien, y queremos lo mejor para nuestro país, y quienes hoy ostentan el poder deben irse. Alcemos la voz, no es demasiado tarde.
¡Este NO es el país que queremos dejarle a nuestros hijos o las siguientes generaciones!
Foto tomada de https://www.podoactiva.com/blog/agujero-en-el-calcetin-o-tomate-por-que-se-rompe-siempre-por-la-zona-del-dedo-gordo-o-talon