Por Ricardo Gálvez
En una sociedad con muchas taras racistas, no es muy difícil encontrar rastros de discriminación en algunos comportamientos. Es una verdad que, aunque queramos taparnos los ojos, existe. Sin embargo, últimamente, se ha estado utilizando a diestra y siniestra esta excusa para atacar a quien critica algo absolutamente razonable.
Si un homosexual es retirado de un local porque, contrario a las normas, decidió prender un cigarro en un lugar público, ¿podríamos decir que el personal que lo expulsó – o el local mismo – es homofóbico? No, ¿no? Si se le sanciona a una mujer que se estaciona en un lugar prohibido, ¿estamos siendo machistas? Si a un campesino se le encuentra que, en sus actividades, realiza prácticas corruptas y se le denuncia por eso, ¿somos clasistas? Definitivamente no.
Cuando la congresista Isabel Cortez interviene en la Comisión de Transportes del Congreso, y lo hace desconociendo algunos términos (monopolio o publicidad estatal) y pretende desacreditar la trayectoria de la periodista Ximena Pinto, no cabría acusar a la parlamentaria de machista por cuestionar a una mujer profesional. De la misma manera, indicar que la congresista Cortez está hablando desde el desconocimiento – en un foro en el que se legisla, lo cual lo hace más grave – no puede ni debería traer consigo que aquel que lo hace notar sea tildado de “clasista”. Es absurdo e injusto.
Cuando se critica el nombramiento – por cuoteo – de un ministro de Salud como el señor Condori, la excusa de que se le discrimina por ser un “hombre de chacra” no calza en lo absoluto. Es evidente, para los no-fanáticos del régimen de Castillo, que lo deplorable en ese ministro es su hoja de vida y sus antecedentes. Sus orígenes son irrelevantes. Lo mismo sucede con el precario Gobierno de Pedro Castillo: muchos lo criticamos duramente por su improvisación, incoherencia, las denuncias de corrupción que recaen sobre su entorno íntimo, y su casi nula preparación sumado a su poco interés en aprender. ¿Tenemos que justificar a un individuo irresponsable que se lanza a gobernar los destinos de más de 30 millones de personas sin tener una sola idea clara, solo por sus orígenes? Cada desastre que ocasione, ¿debe de callarse para que aquel que lo haga notar no sea tildado de “racista y clasista”? De ninguna manera.
Por pretender ser “políticamente correctos” y estar a la moda ganando adeptos, no deberíamos permitir que se silencien voces cuando suceden situaciones que no tienen nada que ver con las características personales de las personas que las protagonizan. Muchos, de buena fe, escuchan ciertos mensajes de victimización manoseada y tratan de encontrarle la raíz cuadrada a un número negativo, analizando en profundidad muchas críticas que nada tienen que ver con el clasismo y racismo. Es cierto, hay varias que podrían venir con ese hedor, pero hay muchas que no, y no es justo que se abuse de esa bandera para permitir barbaridades.
Es criticable que un hombre homosexual prenda un cigarro en un lugar público, que una mujer se estacione en un lugar prohibido, que un campesino sea corrupto, que una congresista pretenda legislar desde el desconocimiento, que un Presidente nombre a puro impresentable, que un médico promueva estafas. Dejémonos de vainas, las cosas son claras. ¿O es que pertenecer a un grupo que sufre discriminación de una parte de la sociedad hace que el individuo sea inimputable? ¿Vamos a señalar también a quienes critican estas prácticas y silenciarlos si es que pertenecen a un sector de la población que se considere “privilegiado” en determinadas situaciones? Se debe reconocer que muchas veces, el señalamiento hacia las personas con pensamiento crítico, está lleno de prejuicios.
Por eso, exhortamos a que se tenga bastante cuidado a la hora de señalar cualquier cosa como racismo y clasismo. Exagerar situaciones a través de la victimización absurda, desvirtúa y desacredita una lucha en la que todos deberíamos estar unidos. De tanto gritar falsamente “el lobo, el lobo”, cuando surjan situaciones que sí deben ser denunciadas, el valor de dicha acusación habrá perdido el peso que debería tener. La victimización como narrativa para justificar hechos cuestionables es un abuso que debería ser detenido y denunciado. Se están burlando de quienes sí sufren por estos comportamientos.
Foto: Facebook de congresista Isabel Cortez