El gobierno de Pedro Castillo nos ha hecho enfrentarnos a tristes escenarios, a un resquebrajamiento inaudito de la institucionalidad, a la prepotencia de quien ostenta el poder. Estas características no son, necesariamente, atribuidas a Pedro Castillo. Dichas referencias encajarían mejor en el nuevo PCM Aníbal Torres.
El nuevo Presidente del Consejo de Ministros, ha dado bastantes muestras de su pobrísimo manejo político, además de un autoritarismo peligroso. La carta de renuncia de su viceministro, Gilmar Andía, es bastante elocuente al respecto. Sin embargo, las evidencias de sus indefendibles posiciones son mucho más concretas que dicha misiva: están ahí los despidos de la jefa del INPE (supuestamente por no trasladar a Fujimori a una cárcel común), y el del Procurador Daniel Soria (quién se atrevió a denunciar a Pedro Castillo).
Acompañando a Aníbal Torres, en este nuevo Gabinete (que tiene de “ancha base” lo que Héctor Valer tiene de cuerdo), tenemos a un César Landa que se desprestigió al juramentar con el PCM anterior, un Ministro de Transportes que nos demuestra que los intereses de las mafias del transporte son vitales para los políticos que ostentan el poder, y un Ministro de Defensa acusado de acoso.
Sin embargo, lo más grave es lo que sucedió con el Ministerio de Salud, ahora víctima del “cuoteo sindicalista” al que nos tiene acostumbrado el Presidente. Castillo sacó a Cevallos, quien realizaba una gestión decente en un Ministerio clave en plena pandemia, para poner a un mercachifle que vendía aguas y pócimas como si fueran medicamento, que tiene denuncias de corrupción, entre otras perlas más. El propio decano del Colegio Médico del Perú ha indicado que su institución exigirá la inmediata salida de dicho Ministro. Este nombramiento ha sido un insulto a los más de 200,000 muertos por la pandemia.
Ver cómo ciertos políticos apoyan algunas decisiones que toma el Gobierno de Pedro Castillo nos hace preguntarnos cuál es el límite, cuáles son los “no negociables”, qué somos capaces de avalar. Observando la coyuntura política, aparentemente, seríamos capaces de aceptar cualquier cosa en aras de un fin maximalista. Después de Valer, Bellido, Béjar, Maraví y Barranzuela hemos empezado a relativizar las denuncias en contra de los Ministros. Es que, una vez que cruzamos el límite de “el Ministro aparece en varios partes policiales como partícipe de atentados terroristas”, cualquier cosa puede ser considerada una simple tontería.
Pedro Castillo no está aprendiendo, ni le interesa aprender. Él está en otra, y está tan en otra que cree que puede distraer nuestra atención hacia el nuevo Gabinete fallido que nos presenta “porque se sacó el sombrero para la juramentación”. Es inaudito que un país se encuentre secuestrado a los designios de un Presidente que ensaya tonterías que afectan la vida de todos los ciudadanos. Lo que ha hecho con el MINSA, muchos ya lo consideramos una afrenta y una brutal falta de respeto.
Pareciera que cada elección de Gabinete fuera un ensayo clínico en el que el Presidente busca evitar contagiarse de la vacancia. Lamentablemente, pareciera que esta vez le tocó placebo.
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