Hace pocos días, Francisco Durand publicó en OtraMirada una columna de opinión con bastante ponzoña sobre la posición equivocada que estaría tomando Mario Vargas Llosa (MVLL) sobre el Gobierno Peruano (ver columna aquí ).
En ésta lo tilda de “conspirador” conservador, líder de la “nueva casta europea que hicieron dinero a partir de 1821”, y hasta desliza la idea de la existencia de vínculos entre MVLL y ¡el Opus Dei y el franquismo! Es así que el autor de la columna critica fuertemente la estrategia que según él estaría propiciando MVLL: lograr la vacancia del Presidente Castillo.
Desde nuestras columnas hemos discrepado sobre muchas de las posiciones políticas que habría hecho suyas nuestro Nobel de Literatura desde que se anunciaron los contendientes de la última segunda vuelta. Sin embargo, consideramos que Durand cruza varios límites con sus afirmaciones. Asociar a MVLL al franquismo, y acusarlo de liderar una conspiración – sin presentar pruebas – resulta bastante temerario.
Nos estamos acostumbrando a irnos de un extremo al otro, y el debate público se está concentrando en los radicalismos de derecha e izquierda. Desde un lado tildan al adversario político – ahora “enemigo” – de terruco chavista, y desde el otro tildan al oponente de fascista conspirador. Unos gritan “fraude” y los otros gritan “golpista”. Y ambos lados voltean a mirar al resto de ciudadanos que no comulgamos con sus ideas radicales y nos pretenden insultar por ser “tibios”.
El jueves, una congresista que publicitaba de manera jocosa el meter a personas en un horno, se lanzó a presentar en el Pleno del Congreso una moción de vacancia. Sin contar – aparentemente – con respaldo suficiente, la propuesta extremista pareciera estar destinada a quemarse en la puerta del horno. Este globo de ensayo es una evidencia más de que estamos dejando que la agenda política sea llevada por los extremos, y que necesitamos fuertes dosis de sensatez y calma.
Es necesario que le bajemos el tono de crispación al debate político, ya que en ese estado va a ser difícil que nuestra democracia sobreviva los embates de cualquier autoritarismo que se pueda presentar. Nuestras instituciones son frágiles, nuestro sistema de partidos políticos es precario, vivimos una crisis social y económica que se ha acrecentado con la pandemia, y a eso, ¿queremos agregarle historias de conspiraciones?
Nos resulta bastante preocupante saber que esto no va a terminar ni con la disolución del Congreso, ni con una vacancia presidencial más en su haber.
Foto: difusión/Congreso