Los (d)efectos de la falta de estado y seguridad en Perú y Afganistán

Sep 25, 2021 | ❖ Punto de Inflexión

En lo que va de 2021, no han sido pocos los acontecimientos dignos de atención y preocupación ocurridos a nivel internacional. Dicho esto, nada ha sorprendido más que la caída del gobierno afgano a manos del Talibán en la quincena de agosto. La velocidad de su avance, ocurrido de la mano con el colapso de las tropas del gobierno y la subsiguiente ocupación de las principales capitales provinciales del país, dejó sorprendidos a muchos observadores y analistas. Pero una mirada más profunda[1] hace necesario que observemos con mayor detenimiento un factor crucial para entender el desmoronamiento del estado afgano: su debilidad, entendida como la poca o nula presencia física de las instituciones que lo conforman (como estaciones de policía, hospitales o colegios) y una provisión de servicios que es en la mayoría de casos insuficiente o inexistente[2]. Carencias que están estrechamente relacionadas con la ausencia de un monopolio de la fuerza sobre el territorio, que todo estado maduro debería controlar en su totalidad. En tal aspecto, cabe realizar una comparación con el Perú.

Aunque Afganistán y Perú son países muy distintos, en ambos casos, la falta de estado ha contribuido a la reaparición y persistencia de grupos armados en el territorio que le disputan el legítimo monopolio de la violencia, sin el cual no es posible brindar buenos servicios públicos como justicia y seguridad de manera sostenida. El estado que en ambos países se ha construido solo ha servido para imponer una administración poco legitima y representativa (y muchas veces también corrupta) sobre los diversos grupos étnicos y culturales que los habitan, y cuyos intereses, visiones y preocupaciones difieren grandemente de aquellos mantenidos por la administración central.

La mejor manera de resaltar esos defectos es analizando su debilidad en materia de control territorial y seguridad. En ambos casos, dichas carencias han sido explotadas por grupos terroristas y criminales, que por años han disputado a los estados de estos dos países el control de sus respectivos territorios.

Por ejemplo, en el caso peruano[3], en los ochenta, los grupos terroristas SL y el MRTA “liberaron” amplias zonas del territorio nacional, poniéndolas bajo su control a través de la indiscriminada violencia y asesinatos[4]. Los dos grupos terroristas se valieron de la poca presencia del estado y su baja legitimidad para crecer y expandirse. En el afgano, ningún gobierno, (desde el pro soviético en los setentas hasta el más reciente pro occidental) ha logrado centralizar efectivamente el poder ni crear instituciones legitimas.

Y en la actualidad, esa falta de estado en los dos casos analizados continúa impidiendo la consolidación de un monopolio de la fuerza sobre el territorio.  En el Perú, ha permitido que diversos grupos criminales dedicados a la producción y tráfico de drogas controlen extensas zonas del país como ocurre en el VRAEM y que otros dedicados a la minería ilegal lo hagan más recientemente en Madre de Dios y ahora también en Ucayali.[5] En cuanto a Afganistán, el Talibán por primera vez ha logrado controlar (casi) todo el territorio, aunque grupos como ISIS-K y los remanentes del antiguo ejército afgano explotan las mencionadas vulnerabilidades para disputarle una vez más el control del territorio al gobierno. Esa inestabilidad, sumada a la desconfianza hacia el grupo, impide una vez más la consolidación de un gobierno y un estado centralizado que permita reconstruir el país.

Lejos de necesitar menos estado, la comparación con Afganistán[6] nos debe servir para reflexionar cómo la debilidad estatal es un factor importante en la seguridad y desarrollo socioeconómico. Debemos entender el porqué de sus debilidades y cómo dichas carencias producen problemas similares y en especial, cómo es que contribuyen a la pobreza y a la fragmentación social.[7] Asimismo, hay que reconocer de que la seguridad y el crecimiento económico tienen que desarrollarse en conjunto, de lo contrario estas zonas marrones[8] seguirán sirviendo como refugio y base de operaciones a estos grupos que mellan continuamente las instituciones y perpetúan el subdesarrollo[9].

 

 

 

Foto: AFP tomada de https://www.clarin.com/mundo/regreso-taliban-pasando-afganistan-_0_80C-Aj_1I.html

 

[1] Para un análisis más detallado de los factores nacionales implicados en su colapso ver: https://reporterohistoria.com/2021/08/17/el-regreso-de-los-talibanes-a-afganistan-debilidad-estatal-corrupcio-e-intervencion-extranjera/

[2] En términos de Fukuyama, él diferencia entre capacidades del estado y funciones. Las capacidades son la fuerza y recursos de que disponen los estados para cumplir las diversas funciones, como la seguridad y la salud publica y otros para con la ciudadanía

[3] Podríamos mencionar al gamonalismo también para el Perú, que hasta bien entrado el S. XX controlo feudos fuera de la jurisdicción del estado en vastas zonas del país. En el caso afgano, las tribus y lideres locales han desempeñado un político preponderante por encima de cualquier autoridad central hasta hoy en día.

[4] Los talibanes han usado también la violencia sistemática a indiscriminada contra la población civil, incluyendo los ataques suicidas.

[5] Ni que decir del poco control y supervisión del que se aprovechan diversos gobiernos regionales para el exclusivo beneficio de sus autoridades. Los ejemplos abundan.

[6] En el continente, cabe realizar una comparación en ciertos aspectos con Mexico, cuyo estado ha abdicado frente a los carteles, cuya brutalidad y violencia solo son comparables a la de los grupos islamistas radicales/yihadistas musulmanes en Oriente Medio y Asia.

[7] Ver Collier “Perspectiva General” y Capítulo 3 en“¿Qué hace a un país propenso a la guerra civil? (2003).

[8] Como señala el politólogo Guillermo O’Donnell aquellas zonas del estado con poca presencia.

[9] Ver Collier (2003). En el caso afgano, según los expertos, el principal predictor de una guerra civil es haber experimentado una previa en los 5 años anteriores. Tal y como ocurre en varios países de Africa, la guerra y la violencia engendran nuevos círculos viciosos de conflicto y pobreza, creando un “ecosistema” propicio para los insurgentes. 

Autor

Más para leer

Nos cobran y nos desprecian

Nos cobran y nos desprecian

“¿Qué clase de contrato social es este en el que financiamos a corruptos que favorecen a las economías ilegales y delictivas, solo para recibir su desprecio a cambio?”

No hay coronas

No hay coronas

Resulta imperativo ser responsable y exigir investigaciones transparentes para saber por fin la verdad, caiga quien caiga.

La Señora Lunes

La Señora Lunes

“¿A qué mente brillante se le puede ocurrir que sería una buena idea poner a la presidente tirando caramelos como si fuera una piñata?”