En este espacio hemos hablado de los graves errores que se están cometiendo desde el Gobierno de Pedro Castillo y la cúpula que lo rodea. Vale la pena voltear a mirar qué tenemos en la otra orilla.
Frente a un Gobierno improvisado y confrontacional, ¿tenemos una oposición que se encuentra a la altura de las circunstancias? Es decir, ¿la oposición está en la capacidad de ejercer sus prerrogativas de fiscalización y control?
Para entender cómo se encuentra posicionado el sector opositor y hacia dónde podría ir, vale la pena observar cómo han llegado a este momento.
Polarización por Elecciones Generales
Las últimas elecciones nos dieron como resultado un Congreso fragmentado y mayoritariamente opositor, con un oficialismo como primera minoría. Sin embargo, este resultado no ha sido el único ni el más importante para entender dónde se sitúa la oposición dentro del nuevo escenario político del quinquenio.
Lamentablemente, la gran polarización se mantuvo pasado el proceso electoral. Los peruanos nos vimos obligados a elegir entre dos opciones consideradas extremos de orillas enfrentadas. Ante esta situación lo razonable hubiera sido que alguna de las dos candidaturas buscara captar los votos de los que no los consideraron primera opción, adoptando posturas que permitieran algún tipo de consenso. Sin embargo, esto no sucedió.
Equipos de campaña
Durante la segunda vuelta presenciamos la radicalización de ambas candidaturas. Por un lado, una izquierda que no mostraba un plan coherente ni un equipo cohesionado. Y por el otro teníamos a un fujimorismo que usaba la campaña del miedo para intentar ganar adeptos. En ambos casos presentaron equipos con integrantes que generaban más temor que confianza.
Por el lado del fujimorismo, en vez convencer al votante que tenía resistencias históricas hacia ese grupo político, mostraron las peores caras a la hora de conformar sus equipos. Es así que su primer equipo tenía integrantes como Carmen Lozada (ex congresista inhabitada por infracción constitucional), Martha Moyano (congresista que apoyó la ilegal re-reelección de Alberto Fujimori), Alejandro Aguinaga (ex congresista y ex ministro del fujimorismo, denunciado de ser partícipe de las esterilizaciones forzadas durante los 90, y partícipe junto a su esposa del último escándalo de Vacunagate), Baca Campodónico (ex ministro de Alberto Fujimori sentenciado por colusión desleal y falsedad ideológica) y Ernesto Bustamante (asociado a una campaña de desprestigio sobre la vacuna de Sinopharm).
Por el lado del equipo de campaña del hoy Presidente Castillo tuvimos voceros cambiantes y el reflejo ante los medios de que internamente no se ponían de acuerdo en sus mensajes. Se tiene un lamentable recuerdo, por ejemplo, de la participación del ex congresista Juan Pari a la hora de sustentar las propuestas económicas en el debate de equipos técnicos. La precariedad del equipo de Perú Libre era bastante preocupante y se acentuaba ante los mensajes contradictorios sobre sus propuestas. Al no contar con un plan de gobierno que ellos mismos respaldaran con coherencia, la debilidad de vocerías sin cohesión generaba desconcierto.
Parafraseando a Alberto Vergara parecía que ambas candidaturas estuvieran diciéndole al electorado que aún no lograban convencer que no estaban interesados en conseguir sus votos. Y en ese escenario, el votante que no los consideró como primera opción tuvo que elegir entre dos males. Esto se hizo, en muchos casos, tomando una decisión personalísima y llena de sentimientos de frustración, enojo y hasta culpa.
La “tercera vuelta”
Algunos analistas llaman “tercera vuelta” al período que se dio entre el día de la votación y la proclamación de los resultados por parte del JNE. En dicho período, en vez de reducirse la confrontación se radicalizaron las posturas gracias a la sombra de duda que se sembró con denuncias de fraude electoral sin sustentos.
Si la campaña electoral había logrado destruir y desgastar las imágenes de ciertos actores políticos, la “tercera vuelta” terminó arrastrando a más personalidades y causando mucho mayor daño a todos aquellos que asumieron posturas violentas y virulentas al tratar de defender a sus “candidatos”. Los referentes políticos terminaron desprestigiándose de manera acelerada con la narrativa del fraude. Esto generó un nivel de incertidumbre tal que la frase “golpe de Estado” dejó de sonar como una opción descabellada en la mente de muchos peruanos.
Ok. Pero, ¿Qué tiene que ver todo esto con la oposición al gobierno de Castillo?
Consideramos que todos estos precedentes han deteriorado dramáticamente la imagen de la que ahora se perfila como oposición al Gobierno. La credibilidad de los líderes que gritaban “fraude” durante la “tercera vuelta” ha terminado hecha añicos y no genera el consenso necesario para lograr hacerle frente a un gobierno que se no se perfila bien.
Personalidades como las que salieron a marchar con mensajes racistas, exigiendo un golpe de Estado, menospreciando al elector discrepante, denunciando un fraude sin pruebas, o empapelando a las autoridades para dilatar el proceso de transición, ¿Qué consenso y unidad pueden lograr? ¿Qué credibilidad tienen para que sus mensajes de alarma sean valorados por la mayoría?
¿Y el Congreso?
Manteniéndose constante la polarización extrema de la campaña, contar con un Congreso fragmentado aumenta la incertidumbre en el escenario político. Con líderes desprestigiados y una población agobiada por la crisis económica y sanitaria, las bancadas parecen no tener muchos incentivos para actuar de manera coordinada y hacerle frente a un Ejecutivo confrontacional. La misma elección de la Mesa Directiva demostraría que existen facciones extremas intransigentes que no priorizan el consenso multipartidario antes de su afán de protagonismo.
En la votación de investidura del Gabinete Bellido tampoco vimos que existiera una fluida coordinación entre bancadas. Ese día fuimos testigos de los típicos discursos que iban en sentido contrario a la votación final que suscribían los mismos oradores. Además, observamos la poca coordinación entre las bancadas para tomar una posición firme. El mensaje que nos dio la oposición no nos ha brindado ninguna certeza sobre las posiciones que puedan tomar ante futuras arremetidas del Gobierno.
Los últimos escándalos
La oposición tendrá la oportunidad de mostrarnos su posición multipartidaria ante el Gabinete Bellido. Será interesante observar cuáles serán los no negociables que tienen, cuáles son sus límites, el nivel de cohesión interna de sus bancadas y el nivel de coordinación entre ellas. Al día de hoy tienen dos temas urgentes que resolver con las presencias de los ministros Bellido y Maraví en el primer gabinete del quinquenio.
Más allá de los discursos, ¿serán capaces de mostrar, en los hechos, una posición firme y fiscalizadora? ¿buscarán la gobernabilidad? ¿Serán capaces de revertir (o siquiera frenar) su propio desgaste de imagen?
Photo by Alvaro Palacios on Unsplash