Por Ricardo Gálvez del Bosque
El fin de semana, el programa periodístico Punto Final emitió un reportaje que mostró que la actual Presidente Dina Boluarte habría plagiado el 55% de un libro que declaró como de su autoría para conseguir un puesto en la RENIEC hace varios años. Lamentablemente, esta noticia no genera ni sorpresa, ni indignación. ¿Por qué?
Vivimos en una realidad en la que el mal se ha banalizado hasta el extremo. Revisamos a todos los políticos con absoluta desconfianza, como si fuéramos celosos buceando entre los mensajes de celular de nuestras parejas. A cada rato observamos, algunos con estupor y otros con indiferencia, que la mayor parte de nuestros representantes están involucrados en escándalos y delitos. Y no pasa nada, todo queda impune, es parte del panorama habitual.
La política se ha degradado a tal punto que ya nada nos indigna. Quizás, Boluarte tendría que haber plagiado arropada con la bandera nacional, con un sombrero que diga que el pisco es chileno, cargando símbolos satánicos y paganos, para que así se nos levante una ceja y nos manifestemos. Porque, en esta nueva realidad, nada nos sonroja. Ni siquiera un golpe de Estado anunciado por televisión nos hace despertar de este letargo.
Por otro lado, los políticos que deberían fiscalizar al Ejecutivo están en las mismas o peores situaciones. ¿Cómo esperar, por ejemplo, que un Congreso con casi un 10% de sus representantes acusados de mochar sueldos (delito) tome cartas sobre algún asunto denunciado sobre el gobierno? Difícil, ¿no? ¿Qué se puede esperar de la ciudadanía si es que el 19% de los encuestados (según Ipsos, ver aquí ) declara abiertamente que los delitos por recorte de sueldos deben ser sancionados solo de manera administrativa?
Pareciera que nos hemos empachado con la indignidad poco a poco, cucharada por cucharada. ¿Plagio? No pasa nada. ¿Delito? ¡Todos roban! ¿Golpe? ¡El otro también golpea! ¿Coima? ¡No se les ha robado a los pobres! ¿Meritocracia? ¡Para tontos! ¿Democracia? ¡Solo si conviene! ¿Muertes? ¡Se las buscaron! ¿Recorte de sueldos? ¡Todos lo hacen y ahora es su turno, pues!
Por tanto, descubrir esta denuncia, en el estado en el que nos encontramos, parece ser la constatación de que el agua moja. El problema es que estamos empapados y pareciera que no nos interesa secarnos. Así, vamos camino a una neumonía que esperamos no termine con aniquilar lo poco que queda de nuestra alicaída democracia.
Imagen: Latina, Punto Final.