Por Ricardo Gálvez del Bosque
Durante la última audiencia de tutela de derechos en la que participó Pedro Castillo, el ex presidente golpista volvió a usar la carta de victimización usual en sus mensajes. Adoptando la estrategia cantinflesca de sus más cercanos colaboradores (entre ellos, su “abogado” argentino Croxatto), aseguró estar secuestrado e incomunicado. Al mismo tiempo, usó el argumento ridículo del “no hice lo que todos me vieron haciendo”.
“Desde el 7 de diciembre estoy secuestrado, no tengo derecho ni siquiera a un espacio de comunicación. Señor magistrado no me levanté en armas. El día de mi mensaje, esa proclama, ni siquiera tenía un cortador de uñas en mi mano, no coordiné con nadie para que se levante en armas”
¿Cómo que una “proclama”? Aclaremos las cosas para los terraplanistas: Pedro Castillo, como Jefe Supremo de las FF.AA. (sí, esas que tienen armas) anunció el cierre inconstitucional del Congreso, el Tribunal Constitucional, la reestructuración del Sistema de Justicia. Por último, según testigos solicitó vía telefónica la detención de la Fiscal de la Nación. ¿Qué creía que estaba haciendo? ¿Una arenga, una barra, la declamación de un poema? Por último, ¡qué obsesión tiene este señor sobre sus uñas! En fin.
Por si fuera poco, su defensa siguió yendo de mal en peor. Como si lo que sucedió el 7 de diciembre no fuera ya de por sí un motivo de vergüenza nacional, muy orondo y orgulloso da a entender que lo que anunció fue un arrebato no planificado. Es decir, básicamente su palabra y sus anuncios no valían ni medio centavo.
“No cometí ningún acto de rebelión y menos de conspiración. Entiendo que el acto de rebelión se planifica, organiza y ejecuta. Se ha leído una proclama”
¿Ese es el argumento de defensa de quien dirigía los destinos de más de 30 millones de peruanos? ¿Ese? En este caso, la lógica del propio Pedro Castillo resulta escalofriante: habló por hablar, nada más. Él no planificaba, no organizaba, simplemente decía cosas porque sí.
Escucharlo nos invita a la reflexión sobre a quiénes les otorgamos, irresponsablemente, el poder de tomar las riendas del país. Cada vez que Pedro Castillo habla en audiencias públicas nos obliga, a todos los peruanos, a hacer un mea culpa. ¡Es increíble que sigamos cayendo cada vez más bajo!
Primero, deberían hacerlo los partidos políticos que cometen la irresponsabilidad de ofrecerle al electorado candidatos poco preparados, con antecedentes turbios, sin principios ni escrúpulos. También por actuar con absoluta impunidad al ofrecerse como simples organizaciones con inscripción que ofrecen un vehículo al mejor postor.
Segundo, todos aquellos que rodearon al ex presidente durante su gestión y que, sabiendo del peligro que significaba tener a una persona absolutamente incapaz en la cabeza del Ejecutivo, no se alarmaron y decidieron hacer oídos sordos con el asunto “mientras no me perjudiquen mi propia chamba”. También la izquierda que pretendió actuar bajo el lema de “el fin justifica los medios”, usando la presidencia de Castillo para intentar meter su agenda y sus intereses dentro de las políticas de Estado.
Tercero, al electorado que tendrá la responsabilidad (en las próximas elecciones, que sabe Dios cuándo vendrán) de filtrar sus preferencias con mayor rigurosidad. No es cuestión de votar por el más simpático o gracioso. La gestión del país dependerá de los políticos que elegimos, nuestras vidas diarias se verán impactadas por sus decisiones y omisiones.
No puede ser posible que estemos eligiendo a candidatos sobre los cuáles no tenemos idea de lo que piensan, o qué quieren hacer con nuestros destinos, o cuáles son sus principios y valores. No es posible que impulsemos candidaturas de personas que son un enigma, esperando que la sorpresa que nos llevemos resulte ser agradable. Deberían darnos una lección las tremendas quemadas que nos hemos dado.
Imagen: Captura de Justicia TV.