Por Ricardo Gálvez del Bosque
Quien suscribe este espacio, hace algunos años recibió un testimonio que le generó un desagrado y pesimismo que se mantienen vigentes. Un doctor le comentó que, cuando trabajaba en un centro de salud al interior del país, contaban con un residente súper eficiente y con excelentes habilidades médicas. Lamentablemente, en dicho centro no tenían plazas para que pueda ejercer, por lo que correctamente se le recomendó a otro establecimiento de salud del Estado para cubrir una vacante.
El residente se fue agradecido, y pasaron meses desde que sucedió su traslado sin que sus jefes anteriores supieran del galeno en mención. Cuando finalmente se cruzaron con él, le preguntaron qué tal le estaba yendo.
-“Muy bien. Solo que, es demasiado lo que piden”
-“¿A qué te refieres? ¿Mucho trabajo?”
-“No. El recorte. El 50% de mi sueldo es demasiado.”
Resultó que, para contratarlo, la persona encargada le había exigido que cumpliera con otorgar a su favor la mitad de su sueldo. Que sea o no un buen profesional médico era lo de menos, lo importante era que cumpliera con su “aporte de agradecimiento”. Culturalmente parecería que esa “tradición” es bastante común en el aparato estatal. Se le estaría tratando como si fuera el “derecho de piso” de los novatos.
Enterarnos que muchos congresistas realizan dichas prácticas delictivas, para muchos, no es una sorpresa. Si bien solo han saltado a la luz casos específicos y escandalosos, es muy probable que, dada la precariedad ética y moral de nuestros parlamentarios, existan más casos que no han sido denunciados públicamente. Es cierto, no tenemos pruebas. Pero, ¿dudas?
Las sanciones para estos casos con pruebas contundentes van a paso de tortuga. Los procesos que se les sigue a los congresistas acusados de dichos delitos van más lentos que patadas de astronauta. No hay que ser adivino para darnos cuenta de que, si tienen plumas, pico y sueltan graznidos estamos tratando con patos.
Lamentablemente, en esta coyuntura, enterarnos del cuantioso bono que se les pretende dar a los trabajadores del Congreso generan más suspicacias que las que quisiéramos tener. Dicho anuncio suena más bien a silenciador de escándalos, sin importar que la bonificación resulta ser un escándalo por sí mismo.
Cabe preguntarnos si es que nuestros congresistas son verdaderos representantes de la sociedad peruana. Porque, si esta práctica delictiva es moneda corriente entre los civiles, ¿qué esperamos de nuestros líderes políticos?
Imagen tomada de https://gestion.pe/economia/gerentes-irian-carcel-fijan-sueldos-diferentes-sustento-cargo-108553-noticia/