Por Clemente Rodríguez
La presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi (Demócrata – California), aterrizó en la República de China (nombre oficial de Taiwán) hace unas horas con el propósito de realizar una visita a las principales autoridades políticas y militares de la isla y así reafirmar el apoyo diplomático de Washington (como ella lo señaló, es decir al status quo[1] actual) hacia Taipei. Aunque la visita de la representante fue anunciada hace meses, tuvo que postergarla por haberse contagiado de covid en abril. Sin embargo, el momento actual en el que se viene desarrollando su visita no es el más propicio principalmente por razones de índole doméstica de la política China y por un entorno mucho menos propicio en lo internacional, específicamente por una relación bilateral cada vez más tensa con los EE.UU.
La primera de ellas tiene que ver con los problemas a nivel doméstico que enfrenta el presidente Xi Jinping. Para comenzar, en materia económica, las proyecciones de crecimiento para este año han sido nuevamente rebajadas debido al brote de omicron y a la política de covid zero implementada en ciudades comerciales e industriales importantes como Shanghai y Shenzen. A ello debemos sumarle el que Xi está buscando conseguir un tercer término[2] como jefe de estado a fines de año. En medio de crisis económicas y sanitarias simultáneas y teniendo en cuenta adicionalmente que su sobrevivencia política y personal depende de un tercer periodo, no puede mostrarse débil. Dicho esto, su rechazo a la visita de Pelosi debe dejar muy en claro que su presencia no es bienvenida.
Y así lo demuestran los diversos ejercicios militares que vienen desarrollándose en aguas territoriales de Taiwán, ejercicios que van a continuar aún después de que finalice su visita de un día. Para algunos especialistas, esto es suficiente para considerar que estamos al comienzo de una potencial Cuarta Crisis del Estrecho de Taiwán. El término se refiere a crisis anteriores en los cuales hubo enfrentamientos armados o tensiones militares entre China y Taiwán apoyado por los EE.UU. La más reciente se dio con motivo de la visita del entonces presidente Taiwanés a los EE.UU. en 1995 ya que dicha visita fue percibida como una erosión de la política de “Una Sola China” y se prolongó hasta 1996. China lanzó ejercicios militares y misiles en el Estrecho de Taiwán. En respuesta, EE.UU. envió dos portaaviones y la crisis no terminó sino hasta meses después. Algo similar esta ocurriendo actualmente, ya que una vez más portaviones norteamericanos han sido desplegados en el área como una señal de disuasión y también para proteger el avión de Pelosi. Mientras tanto, China realiza sus ejercicios e incursiones violatorias del espacio aéreo-naval de Taiwán.
Pese a que de momento una guerra es improbable, no se pueden descartar del todo que no se puedan dar errores de cálculo o provocaciones entre las aeronaves y buques estadounidenses y sus contrapartes chinas lo cual podría dar lugar a una crisis que llegue a escalar hasta convertirse en un enfrentamiento de mayor envergadura.
Otro punto que debemos tomar en cuenta es la postura crecientemente desfavorable de los EE.UU. hacia China, que desde la administración Trump viene implementando una serie de sanciones económicas[3] y tecnológicas sobre China con el propósito de ralentizar su crecimiento y desarrollo tecnológico. No está de más volver a señalar que la visita de Pelosi es para China una señal adicional de que EE.UU. ya no respeta su política de “Una Sola China”, postura que parece encontrar cada vez menos apoyo a nivel de ambos partidos estadounidenses. Esta sería otra razón para que Xi muestre determinación, pese a que de momento no sea su intención desatar un conflicto. Sin embargo, el riesgo es latente y continuará siéndolo mientras las fuerzas chinas se encuentren en la zona.
Queda un último punto por tocar y este tiene que ver con las implicancias para países como el nuestro, tan alejados de una coyuntura que nuevamente no parece concernirnos directamente. No es necesario que ocurra un intercambio nuclear para que un conflicto no intencional haga un terrible daño a nuestra economía o a nuestras vidas. Ambos países son nuestros socios comerciales principales, especialmente China, quien ocupa el primer lugar y cuya demanda de minerales como el cobre es crucial. En caso ocurra un bloqueo naval de los EE.UU. hacia China – por ejemplo – o se dañen los puertos, su demanda por este mineral decrecerá sustancialmente, perjudicando enormemente a la economía nacional. Pero este conflicto puede afectar la economía global de otra manera: en Taiwán se encuentra el mayor y más avanzado fabricante de chips del mundo, TSCM. Esta planta abastece a industrias y empresas de todo el planeta y su destrucción o afectación en cualquier forma puede acarrear daños enormes que se dejarían sentir inmediatamente en los consumidores de todo el mundo.
Los chips se usan no solo en computadoras sino también en autos, lavadoras, teléfonos y demás artefactos de los cuales depende nuestra vida diaria y sin los cuales no podríamos trabajar. Los precios podrían subir desorbitadamente lo cual ahondaría la recesión global producto de la pandemia, afectada tambien por la guerra en Ucrania. Es tal la importancia de esta planta que la presidenta Taiwánesa, Tsai-Ing Wen, ha señalado que un “escudo de silicio”[4] protege la isla, en referencia a lo que la pérdida de esta planta significaría para la economía de China.
En resumen, hay factores tanto internos como externos, políticos económicos, tecnológicos y militares que intervienen en esta coyuntura y a los cuales debemos prestar atención ya que nos podrían perjudicar profunda y directamente.
[1] Los EE.UU. reconoce como gobierno a la República Popular China aunque mantiene una postura que reconoce “una sola China”, lo cual le permite mantener contacto tanto con la República Popular de China (China continental) y la República de China (Taiwán). En tal sentido, mantiene relaciones para-oficiales con Taiwán por medio del Acta de Relaciones con Taiwán promulgado por el congreso estadounidense en 1978. Entre otras cuestiones, implica una postura que como mínimo contempla la asistencia en materia de defensa hacia la isla lo que incluye la posibilidad de reservarse el derecho de “resistir” cualquier intento (por parte de China) mediante el empleo de la fuerza de manera unilateral para resolver la cuestión acerca de la soberanía de Taiwán. La postura es deliberadamente ambigua y poco clara, ya que se busca mantener el actual estado de las relaciones y evitar que Taiwán declare unilateralmente su independencia, hecho que según China constituiría casus belli.
[2] Desde que Deng Xiaopin dejo el poder en 1992, los dos lideres que le han sucedido, Jiang Zemin y Hu Jintao han servido dos periodos de cinco años cada uno. Este limite en los periodos servidos ha hecho posible la alternancia en el poder entre las facciones del Partido Comunista Chino. Sin embargo, desde la llegada de Xi en 2012, su mandato ha estado enfocado en centralizar mas el control del partido y el estado a todo nivel. A partir de entonces, ha librado una campaña de anticorrupción que le ha permitido librarse de enemigos políticos. Aunque las facciones no han desaparecido, su poder esta contenido, entre otras razones, porque Xi ha puesto gente de su confianza en puestos clave como en las agencias de seguridad, en el sistema legal y otros.
[3] Pese a ello, el balance comercial de los EE.UU. frente a China sigue siendo negativo en 2022 ya que todavía importa más de China lo que este importa de los EE.UU.
[4] Algunos comentaristas señalan que en caso se produzca una invasión a la isla, el gobierno podría destruir la planta para evitar que caiga en manos de China. No obstante, diversos analistas en materia de seguridad mencionan que una invasión no se produciría sino hasta después de 2027 ya que el Ejercito Popular de Liberación (rama armada del Partido Comunista de China y ejercito de facto del país) esta en medio de un proceso de modernización y profesionalización para obtener un “ejército de clase mundial” para el año 2049, centenario de la fundación de la RPC.
Autor de Imagen: Dave Simonds. Fuente de Imagen: https://www.economist.com/img/b/1280/720/90/sites/default/files/images/print-edition/20170218_ASD001_0.jpg