Por Ricardo Gálvez del Bosque
El debate para volver a un sistema bicameral (el cual, desde este espacio, consideramos importante se reestablezca) estaría por volver a caer en saco roto gracias a la torpeza de las bancadas que lo proponen desde el Congreso. Los parlamentarios siguen sin entender que, si bien la reforma es positiva, no es vista de esa manera por la población. Para el ciudadano de a pie, más congresistas significa más problemas.
Al principio intentaron meter de contrabando algunos puntos clave: aumentar la barrera para la disolución del Congreso (que ya no sean dos Gabinetes censurados, sino tres), que el Senado pueda sancionar a los miembros de los Organismos Electorales (JNE, ONPE), y que la elección del Contralor dependa enteramente del Parlamento. El caballito de Troya más importante para el fujimorismo y aliados (entre los cuales, tranquilamente, podría estar el cerronismo) era el control sobre el JNE y la ONPE. Dichas instituciones, que actualmente gozan de autonomía e independencia, suelen ser supeditadas al poder político en sistemas autoritarios.
Luego, cuando vieron que no conseguían los votos, a último momento sacaron la mayoría de contrabandos que pretendían introducir. Finalmente, no lograron los votos que necesitaban y para salvarse de ir a un referéndum sobre una reforma impopular que habilita la reelección parlamentaria, han dejado todo en suspenso para que en la siguiente legislatura se apruebe la reconsideración.
Uno se pregunta, ¿por qué no introdujeron, en este proceso reformista que abarca a más de 50 artículos de la Constitución, algunos proyectos que podrían ser populares y ayudarían a solucionar la crisis política? ¡Bah! ¡No les importa!
Uno: ¿Por qué no intentaron ponerle dos oraciones al artículo 117 de la Constitución y así permitir que el Presidente pueda ser acusado por delitos de corrupción durante su mandato?
Dos: ¿Por qué no plantear el bicameralismo y la reelección ofreciéndole al electorado un Adelanto de Elecciones Generales (palo con zanahoria)?
La primera pregunta se responde de manera muy simple: no les interesa. En el fondo, descubrir que el Presidente lideraría una organización criminal enquistada en Palacio de Gobierno les importa poco o nada. ¿Por qué? Porque no están listos para irse, tienen temor a que si lo destituyen se terminen convocando a Elecciones Generales. “Mejor nos quedamos todos, y ya”.
La segunda pregunta encuentra su respuesta en la angurria y la torpeza. Para salir de una crisis se necesita consenso político. No todo puede ser ganar, tendrían que ceder en algo. Pero no. No les interesa.
Por más que sea impopular y que finalmente no logren absolutamente nada, la oposición en el Congreso ha decidido que cualquier solución que planteen solo debe otorgarles infinitas ganancias a ellos mismos.“Se van solo Castillo y Boluarte, lo suspendemos y nos quedamos nosotros el resto del quinquenio. Además, crearemos un Senado y permitiremos la reelección parlamentaria. Si no es así, piña, no les damos nada.” Así parecen pensar dentro del Congreso que tiene una aprobación que se encuentra casi a un solo dígito. Estar más en las nubes, imposible.
Entonces, bajo esta lógica obtusa, nuestros legisladores prefieren mantener este desesperante status quo y tener al país como rehén de una clase política que no da la talla. Hemos quedado atrapados entre un Ejecutivo corrupto, ineficiente e inepto; y un Congreso mercantilista, corrupto y de un nivel intelectual paupérrimo.
Imagen: Congreso de la República. Efecto: Punto Medio.