Por Ricardo Gálvez
Existen personas que se han opuesto innumerables veces al fujimorismo por lo que representa ese movimiento y su caudillo. ¿Por odio? Señalar eso nos suena a excusa infantil. Quizás, para algunos, sostener dicha posición ha sido por motivos bastante objetivos: Alberto Fujimori fue un dictador, pisoteó la Constitución que le otorgó el poder en 1990 y la que él impulsó a su medida, es un delincuente corrupto sentenciado, violó los derechos humanos innumerables veces, y destruyó el aparato estatal comprando todos los poderes con nuestro dinero. Razones de peso que no deberían ser tapadas con un dedo.
El movimiento que ha liderado Keiko Fujimori, siguió el ejemplo de su “líder natural”, defendió lo injustificable, y pretendió – y pretende – reescribir la historia a su antojo. Por tal motivo, las razones de rechazo se han mantenido incólumes ante el surgimiento del movimiento naranja. Es más, es posible que se hayan acrecentado al verlos practicar políticas nocivas que buscaron socavar, en estos últimos años, nuestra frágil democracia.
El indulto que le otorgó PPK al autócrata hace unos años, evidentemente fue una farsa. Fue tan farsa, que años después podemos evidenciar que Alberto Fujimori no sufría una crisis de salud determinante que justificara el otorgamiento de un indulto humanitario. Fue, pues, una negociación política que contravenía el derecho internacional y las leyes nacionales que estipulan las condiciones en las cuales debe encontrarse un reo para recibir dicho beneficio. Por tal motivo, la CIDH le indicó al Estado peruano que debía resolver de acuerdo a ley si correspondía o no dicha gracia presidencial. Es así que la Corte Suprema llegó a anular dicho despropósito, devolviéndolo a la cárcel hasta que su situación amerite un indulto humanitario o cumpla su sentencia.
Ayer, el TC dejó sin efecto la anulación del indulto que dictaminó la Corte Suprema, haciendo posible que finalmente Alberto Fujimori salga en libertad. ¿Ha generando indignación? Por supuesto. El TC se ha arriesgado a que la CIDH lo obligue a revertir dicha medida en algunos meses. Mientras tanto, el futuro ex reo podría salir del país, si es que quisiera evitar volver a vivir un “plancha quemada” como el de hace algunos años y regresar a prisión.
A pesar de esta situación compleja, no deja de sorprender la protesta de algunos políticos y colectivos que hasta ayer estuvieron mudos, que hablaron de “dignidad” en las Elecciones Generales pasadas dando a entender que serían “indignos” todos aquellos que osen viciar o votar por el fujimorismo en una segunda vuelta que los ponía contra la pared. Fueron injustos, y hasta señalaron como corruptos a todos aquellos que vieron la posibilidad de correr un riesgo mayor con el candidato Castillo en el poder. Se olvidaron que algunos lo hicieron por miedo, y que otros tuvieron que hacer una reflexión mayor y tomar una decisión interna durísima. No era, pues, para llamarlos “indignos”, mucho menos para insultarlos o señalarlos como «privilegiados”. Pero eso pasó, y mientras el ala radical de derecha “terruqueó”, el ala fanática tildó de “inmorales” a los otros. Y así, el país se dividió en buenos y malos, morales y amorales, y de esa enfermedad no nos hemos curado ni estamos cerca del alta médica. Ayer mismo observamos que muchos no entendían ni por qué protestaban: se vieron carteles que decían «por dignidad, Fujimori nunca más». Señores, no hay ninguna elección como para decir «nunca más», ¡las marchas supuestamente son en contra de la liberación de AFF!
Observar que gente que ha justificado meses de nefastas decisiones de parte del Gobierno recién ahora decida protestar, molestaría a muchos porque sería una evidencia que mostraría que su indignación resultó ser selectiva, y que su autoproclamación de mantenerse “vigilantes” de un régimen de Castillo habría sido una mentira ya que sus silencios fueron ensordecedores. Muchos se preguntan con justa razón, ¿dónde estuvieron cuando el 29 de Julio del 2021 Pedro Castillo juramentaba a Guido Bellido, quien meses atrás había hecho apología a favor de una líder terrorista en sus redes sociales? ¿Por qué no los escuchamos ejercer esa vigilancia – que prometieron harían- cuando se supo que Iber Maraví aparecía en varios partes policiales como partícipe de atentados terroristas? Y cuando se le veía en reuniones con el Movadef, ¿por qué no alzaron su voz? ¿O es que las víctimas del terrorismo no importaban como las del régimen de Fujimori? Cuando se evidenciaron prácticas corruptas en la cúpula del poder, ¿qué posición contundente y principista tuvieron? Digamos las cosas por su nombre: colectivos como “No a Keiko”, o el ala mendocista de la izquierda brillaron por su ausencia y actuaron con hipocresía. Si lo suyo eran los principios, pareciera que éstos desaparecieron.
Muchos consideraron un no negociable la permanencia de personajes como Maraví y Bellido en Gabinetes ministeriales. Cruzada esa línea, las cosas fueron cuesta abajo: no cabía justificación alguna. Sin necesariamente comulgar con las ideas de la izquierda, por momentos, algunos creyeron que las luchas progresistas de ese grupo eran verdaderas banderas que consideraban vitales. Resultó que eran falsas, hasta relativizaron las denuncias de abusadores de mujeres, violadores de niñas y misóginos, reforzándoles a las víctimas la idea de que no valdría la pena denunciar dichos abusos. Nos hicieron saber que su batalla no era por los principios que decían defender: era por el poder. Actuando así, habrían dejado la razonable impresión de que el repudio hacia los delitos del fujimorismo era solo porque provenían de ese espectro político, no por lo delitos en sí mismos.
Es lamentable verlos recién despertar de su letargo voluntario, porque esta vez tienen razón para protestar contra un TC que estaría violando la ley. Se desgastaron, se desprestigiaron, y hasta algunos se vendieron por fajines ministeriales, circulinas y privilegios. Hicieron lo que tanto criticaban y perdieron credibilidad. Ahora que pretenden marchar, los que por principios sí consideran que esta protesta es legítima, los ven a ellos con absoluta suspicacia. Y es que abandonaron todo por unas migajas de un Gobierno impresentable, ocultaron sus zapatillas antojadizamente, dejaron su vigilancia para justificar todo con la eterna excusa de “Keiko sería peor”. Esto, a pesar de que se les dijo infinitas veces que la segunda vuelta ya había terminado hace tiempo, y que los pecados de otros no te hacen santo. Renunciando a la opción de dar apoyo crítico y con condiciones, y asumiendo el papel de aliados incondicionales nos dejaron con el problema a todo el país. La soberbia pareciera haberlos contagiado, y hasta ahora no escuchamos un mea culpa. Para muestra un botón: ¿qué acciones tomarán frente Condori, quien coqueteó impunemente con Alejandro Aguinaga en el Pleno del Congreso? Más allá de discursos, ninguna.
Estamos pues, metidos en un callejón que aparentemente no tiene salida. La polarización nos ha llevado a pleitos que nos mantienen con la herida abierta, y pareciera no existir líderes políticos ni colectivos que puedan ayudar a encontrar una salida a esta crisis a través del consenso. La libertad de Alberto Fujimori echa más leña al fuego, y no dudamos que el Ejecutivo de Pedro Castillo intentará destruir lo poco que nos queda de institucionalidad para hacerle una guerra mediática – tal cual lo declaró Aníbal Torres – al Tribunal Constitucional, cuestionando la necesidad de contar con él en nuestro ordenamiento jurídico. Esperamos que estos políticos y colectivos que recién despiertan no hagan eco de iniciativas del Gobierno como éstas que socaven más la democracia usando esto como excusa.
Nos preocupa sospechar que la estrategia que ejecute este Gobierno sea la de jalar agua para su molino, polemizando solo para la tribuna y fingiendo ser solidario con la indignación de la calle. Es posible que – como dice Cerrón – Castillo pretenda tergiversar esta situación tomándola como una «magnífica oportunidad» de copar el Poder Judicial, aún cuando esa institución no tiene nada que ver en el asunto.
Ojalá la calle se hubiera encendido antes. Esperamos que la lección se haya aprendido, pero tenemos serias dudas al respecto. Mientras no se active por principios básicos y sea solo para señalar a los corruptos del bando político contrario – haciéndonos a los locos con los propios – estaremos perdidos.
Foto: Twitter de Carlos Raffo.