El Semanario de Hildebrandt en sus Trece, lanzó la noticia que mostraba a diversos congresistas de las bancadas de oposición reuniéndose en un restaurante, supuestamente para “conspirar” contra el Gobierno de Pedro Castillo. Como los parlamentarios ampayados en dicho almuerzo habrían estado comentando, entre piqueos, lo que ya han dicho en todos los tonos en cada intervención que han realizado en los medios de comunicación, la cita ha sido utilizada para crear una imagen de que estarían concretando un golpe de Estado en un lugar público mientras disfrutaban de ricos platillos de comida peruana. ¿En serio?
En las últimas semanas, muchos analistas políticos, periodistas, constitucionalistas, políticos han expresado su preocupación por la forma de “gobernar” que tiene Pedro Castillo. Personalidades que simpatizan con ideologías abiertamente contrarias, ya empezaron a hablar de buscar alguna salida constitucional para el desastre al que nos podría estar llevando el maestro chotano. Se han propuesto reformas constitucionales, acusaciones constitucionales, la renuncia del propio presidente, la conformación de un Gabinete liderado por un PCM con poderes de Jefe de Gobierno, y los más radicales han expresado su respaldo a la salida presidencial mediante vacancia expresada en votos (usando la “incapacidad moral” como excusa). Los propios congresistas, ahí reunidos, también han dejado en claro sus posiciones ante la prensa…Entonces, ¿cuál es la pepa?
¿Por qué caer en la ridícula idea de que un puñado de congresistas, pertenecientes a un Congreso atomizado, van a planificar un plan ajedrecista en un restaurante lleno de comensales? Para ponerlo en simple, si así fuera, tienen bastantes oficinas dentro del Parlamento para reunirse con bastante tranquilidad – y privacidad – para alcanzar sus propósitos. La noticia, claramente, levanta polvo y logra que el Ejecutivo la use como excusa para victimizarse una vez más y nos olvidemos de las afrentas que éste realiza manteniendo a ministros impresentables.
Claramente, el Congreso no está a la altura de las circunstancias. Cuando ya debería estar viendo cómo censura al Ministro de Salud, silba al techo. Cuando escucha en audios cómo el Ministro de Transportes negocia con las mafias de transporte informal, se hacen a los locos. Cuando se trata de salvaguardar los intereses millonarios de las universidades sin licencia, se unen al oficialismo y se abrazan. También es cierto que, un sector de la oposición saliva con la vacancia desde el día siguiente en que fue proclamado ganador de las Elecciones la fórmula liderada por Pedro Castillo. Pero de ahí a hacer un escándalo mayúsculo por un almuerzo (por el cual la bancada de Perú Libre hasta pide que rompamos relaciones con Alemania), nos resulta igual de ridículo que averiguar qué comió Evo Morales en sus visitas a Lima.
El Congreso sigue sin entender que debe buscar soluciones constitucionales que permitan que no terminemos en un quinquenio de desgobierno. Sigue sin darse cuenta que, además de ser responsables de buscar salidas de consenso, están convirtiéndose en parte del problema. Creen que, como oposición, solo deben de cumplir con la tarea de levantar deditos acusadores en griteríos y bravatas, y parecen no saber que es su responsabilidad el realizar una labor de fiscalización eficiente.
Las cosas claras: ni este precario gobierno es uno que vaya a lograr instaurar una dictadura comunista, ni entre piqueos se planifica un golpe de Estado. Si el Congreso cree que la salida a todo este desbarajuste es orquestar una vacancia prepotente e inconstitucional por la fuerza de los votos (y peor aún, sin legitimidad), esas elucubraciones de restaurante terminarán siendo tan irónicas como hablar de la soga en la casa del ahorcado.
Foto: César Zamalloa/Hildebrandt en sus trece