En el 2021, Pedro Castillo se dio con la sorpresa de que termino siendo elegido Presidente de la República. Fue una sorpresa para él y para el partido que lo llevó como candidato, ya que como bien lo ha dicho Cerrón, ellos mismo no tenían como objetivo ese resultado: la idea era lograr una representación parlamentaria.
Pasada la turbulenta etapa electoral, el Perú se enfrentó a un nuevo problema: un Presidente del bicentenario sin equipo, sin ideas, sin norte, sin un plan, sin preparación. El “poder simbólico” que lo ayudó en la campaña electoral, si bien ha seguido siendo importante, con el pasar del tiempo comienza a desgastarse.
Gracias a ese simbolismo, se proyectaron en Castillo de manera caprichosa, algunas características que no necesariamente le correspondían. Así, al reconocerlo como un maestro rural de condición humilde, se le adjudicaron – sin ninguna evidencia de que fuera así – atributos como el de la honradez, la honestidad, la tenacidad, la empatía. Se creyó también que, al ser maestro, le iba a dar un fuerte impulso a la educación. Por último, al tener un origen diferente al resto de presidentes que ha tenido el país en los últimos tiempos, se tuvo la idea de que la lógica corrupta instalada en varios Gobiernos sería erradicada de raíz.
Tras 5 meses de Gobierno, la realidad ha desdibujado la imagen que se tenía del improvisado que se convirtió en Presidente. Ni está interesado en la educación, ni es honesto ni honrado, y no le hace ascos a la corrupción que parece rodearle. Efectivamente, en el Bicentenario se eligió a un Presidente diferente, pero solo en el envase y no en el contenido.
El compadrazgo, la entrega de licitaciones a “amigos”, el cuoteo, “el amiguismo”, los favorecimientos, y los intereses han seguido rodeando a la Presidencia de la República. La única diferencia es la forma en la que se han mantenido vigentes. Si antes eran loncheras, hoy podrían ser inodoros; si antes los destinatarios de esas negociaciones eran determinados grupos, hoy lo son asociaciones diferentes. Sin embargo, el mecanismo sigue vigente, hoy más que nunca, solo que quizás en escalas diferentes.
El 2022 podría presentarse como una “nueva” oportunidad para Pedro Castillo, si es que éste deja de hacerle caso al ego colosal que parece haberlo capturado tras asumir el cargo que le queda grande. Un adulto inteligente, responsable, con integridad, debería reconocer sus carencias personales y profesionales, para así buscar la forma de ejercer la labor que se le ha encomendado. Por el bien del país que dice querer gobernar podría buscar asesorarse mejor, prepararse más, nombrar equipos cohesionados y capacitados que lo ayuden en sus objetivos, despertar de su letargo y sus intereses gremiales para liderar a toda una nación.
Consecuencia de su actitud y forma de gobernar mediante el cuoteo, hoy está teniendo problemas para lograr que alguien le acepte el encargo de un ministerio. Es que, si sigue sin entender que necesita un Gabinete cohesionado, con una misma visión, y persiste en elegir mediante el reparto de puestos, seguirá con un PCM insignificante y con ministros poco idóneos yéndose por la libre y disparando a todos lados. Un simple cambio de nombres, pero la misma fórmula de elección, no traerán resultados diferentes.
Lamentablemente, da la impresión de que no le interesa (o no quiere, o no puede) reconocer lo que necesita y corregir rumbos. Es que, “a él nadie le pone la agenda”. El problema es que su terquedad no solo le trae consecuencias a él mismo, sino a todo un país. La paciencia se agota, y si no enmienda sus errores podría terminar logrando lo que – al parecer – su subconsciente anhela: su propia vacancia.
Foto: Tomada de https://www.energiaestrategica.com/empresarios-ven-oportunidades-en-agrovoltaica-y-generacion-distribuida-de-hasta-10-mw-en-peru/ . Efecto modificado: Punto Medio.