Desde la primera vez en que la prensa le consultó sobre la designación del ministro Barranzuela en la cartera del Interior, la casi ex presidente del Consejo de Ministros (PCM) Mirtha Vásquez dio a entender de que algunos nombramientos – entre los que estaría el ministro juerguero / amigo de los cocaleros / ex abogado de presuntos integrantes de “Los Dinámicos del Centro” – respondían a un “consenso político” del Presidente Castillo. En bueno cristiano, básicamente nos dijo “yo no lo nombré, fue propuesta del Presidente y sus aliados. Y, bueno, yo lo acepté a regañadientes”.
Durante la ronda de conversaciones con las bancadas del Congreso para el voto de investidura – que terminará de concretarse este jueves– muchas de éstas le pidieron a la PCM que se removieran del Gabinete los ministros cuestionados (entre ellos, Barrenzuela).
La situación se hizo insostenible tras el ampay de la juerga en casa de Ministro, la noche del 31 de Octubre. Mirtha Vásquez vio la oportunidad política, y con buena muñeca enfrentó la situación pidiéndole a Barranzuela que dé sus descargos respecto a la denuncia de ser anfitrión de una fiesta prohibida por ley. El ministro no tuvo mejor idea que responder con mentiras descaradas, tomándoles el pelo a ella y a todo aquel que haya visto las imágenes de lo que pasó en su domicilio. Ante esto, la PCM indicó que la respuesta era “inaceptable” y que a la llegada del Presidente – al día siguiente, el 2 de noviembre – se reuniría con él para tomar las decisiones correspondientes “en conjunto”. Con esto, el mensaje a Castillo fue claro: “O él, o yo. Usted escoge”.
Bueno pues, tras el escándalo, Pedro Castillo parecía haber escogido – una vez más – irse para el lado en donde se siente más cómodo: la indecisión, el silencio y la cobardía. Parecía que la cabeza que rodaría sería la de Mirtha Vásquez.
Sin embargo, el martes a las 10 y media de la noche, el Presidente dejó de esconderse debajo de su sombrero y rompió su estruendoso silencio vía Twitter al anunciar que aceptó la renuncia de Barranzuela.
¿Qué nos dice esto?
- Que para Castillo no ha sido una decisión fácil. Lamentablemente, no la tenía clara. Pareciera que para él los favores y las deudas de campaña son mucho más importantes que gobernar el país de manera sensata.
- Que Mirtha Vásquez logró ejercer presión efectiva. De haberse quedado Barranzuela, su presencia en PCM se hacía insostenible. Y de no renunciar ella misma, el Congreso hubiera activado la guillotina – donde parecía estar atrapado su cuello hasta este martes – el día de la investidura.
- Que este jueves, probablemente, veamos cómo termina de partirse la bancada de Perú Libre.
Ha sido lamentable ver cuánto le ha costado a Castillo optar por la opción sensata y hacerlo solo porque se le forzó al extremo. Pareciera que no termina de darse cuenta de que dados los antecedentes patéticos de este régimen, si hubiera salido Vásquez le hubiera sido difícil encontrar cuadros ministeriables fuera de su cúpula de impresentables (Bellido, Bermejo, Cerrón, Najar).
Es una lástima que todos los peruanos tengamos que pagar los platos rotos de unas nefastas Elecciones Generales que terminaron ubicando en la Presidencia a una persona que solo toma decisiones cuando se encuentra entre la espada y la pared. Ahora solo queda esperar ver a quién convocarán como reemplazo en el Ministerio del Interior.
A principios del quinquenio anterior, veíamos cómo el fujimorismo buscaba obstruir al Gobierno de PPK. En este régimen, el propio Castillo hace esa labor…no necesita de Keiko para ser un desastre.
La cosa viene mal, y un país como el Perú – con instituciones democráticas débiles y un sistema de partidos políticos herido de muerte – no está en condiciones óptimas para enfrentar tanta crisis ocasionada por el mismo Presidente.
Extra: Ya vimos al partido de Mendoza (JPP) respaldar a misóginos…¿ahora también apoyarán el nuevo papel que le dará el régimen a las FF.AA. en Lima? ¡Cómo han cambiado, pelones! Esto también nos hinca el hígado.
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